La Iglesia Católica instituyó determinados dias festivos siguiendo el ejemplo divino de descansar el séptimo día y dedicarlo al bien de las almas. Las otras empezaron cuando terminada la esclavitud durante la que la mano de obra era bien abundante y fácilmente renovable llegó la primera industrialización y los movimientos obreros pensaron en el necesario descanso de su cuerpo y los capitalistas en que si estaban en forma resultarían más rentables.

Además de los domingos, la Iglesia señaló otros hechos memorables que debían conmemorarse, además de los que cada pueblo dedica al santo Patron o a la Santísima Virgen que los proteja. Desde que dejamos de ser católicos por decreto se mostraron distintas realidades: La fe, propia de los católicos, y la devoción individual a las imágenes y, en tiempos más recientes, el agnosticismo que hace ostentación con gestos tan fuera de lugar como, siendo una autoridad, presenciar la Procesión de Semana Santa desde un balcón.

La Navidad es un periodo especialmente significativo en que se unen la devoción y la tradición y su símbolo es el Belén, aunque desde unos años atrás también tenga su lugar el abeto. Los días anteriores preparábamos las mesas y el césped arificial, formábamos ríos con papel de plata, plantábamos los árboles, colocábamos a la Sagrada Familia en el portal en que recibirían de los animales el calor que no tuvieron de los humanos y distribuíamos las casitas, los pozos, el molino, los pastores con sus ganados y en una esquina, alejada, los reyes Magos que con el paso de los días acercábamos al nacimiento. Y el cielo: esa lámina brillante y estrellada que sería telón de fondo a la representación de la Navidad. Pura ecología. Días en que parece existir la obligación de ser felices y hacer felices a los demás; esperamos la llegada de la familia ausente, la llamada del amigo o pariente que regresa con su voz todos los años, sonreímos a los vecinos, a los viandantes que nos encontramos, cada uno conforme a sus posibilidades prepara los grandes ágapes para que la mesa rebose en sus delicias. Las calles y las tiendas se iluminan y acudimos en masa comprando con escasa mesura para que nuestros regalos se paguen con un abrazo. Para los niños es el momento de dar cuenta a los Reyes Magos para hacerse acreedores de sus obsequios y sus majestades se multiplicarán, habrá gordos y flacos, altos y bajos, todos con los ricos ropajes instalándose en los grandes centros comerciales para recibir las cartas de los pequeños que tendrán la oportunidad del encuentro que los padres inmortalizarán en la fotografía.

Por una vez la oligación se funde con los deseos y, sí, es verdad, somos más felices y de la íntimidad surge la esperanza de que el año nuevo sea mejor que el que termina. Me pregunto si somos de verdad conscientes de que podemos permitirnos la felicidad de las Navidades y observo que algo está pasando para que durante esos días no perdamos contacto de la crudeza de la realidad, como si no hubiera un futuro inmediato para sumergirnos de nuevo en ella. He visto con horror los primeros indicios de destruirla adulterando su simbología, el Belén; La mamarrachada de la señora Colau en Barcelona, a imagen y semejanza de una estantería, a la reivindicación de la sanidad, la protesta contra la violencia de género, la originalidad... no encajan en absoluto con lo que se celebra.

La Navidad es lo que es y para reivindicar están las fallas de San José, esos incomparables monumentos que reflejan nuestras preocupaciones y utilizan algo tan serio cmo el humor para reclamar lo que necesitamos. Tradicionalmente han sido el lenguaje satírico más mordaz contra políticos y demás gestores públicos, el lamento de un barrio, la exaltación de un hecho importante para los vecinos, y tienen la virtud de influir tanto en la opinión pública que los señalados agachan las cabezas y son capaces de sonreir a su mordacidad.

No entiendo la crítica del Presidente de la Diputación; el señor Toni Gaspar ha demostrado que ni juicios ni prejuicios, ni siquiera su opinión personal, deben alejarle de ser portavoz, ya sea por devoción o por tradición, de las costumbres populares; ha dado un ejemplo de normalidad en medio del confusionismo y esde agrdecer por todos los que deseamos que para que las cosas produzan efecto han de llevarse a cabo en los tiempos oportunos.

A los lectores que hayan llegado hasta esta línea...¡Feliz Navidad y próspero año anuevo!