Qué de cosas tienen aspecto de apunte y al final son boceto. Son días de conceder a la hipocresía todos los méritos, y por supuesto, jodernos y aguantarnos. Muchas personas son lo estúpido que vuelve por Navidad... Les aseguro que junto a la felicidad por encargo encontrarán el desengaño; aunque de alguna manera u otra se abandonen a ella. Qué de personas junto al absurdo sentimentalismo de la Navidad muestran su decadencia y usan palabras mecánicas... Díganme, ¿no están hasta las narices de recibir WhatsApp en cadena con la misma matraca? ¡Son un soberano coñazo!

En Navidad, opinión subjetiva, todo es falso. Incluidas las películas que cada año se proyectan en los cines de todo el mundo... La industria cinematográfica también saca tajada de la felicidad por encargo. Vean las carteleras (sonrío) y no olviden reparar en los títulos de las películas.

Es absurdo creer que en Navidad somos buenos. No, no se engañen, somos igual de malos que el resto del año, pero en Navidad vamos disfrazados. Qué «buenas» son algunas tradiciones, logran la perfección humana durante quince días. Y luego a tomar por saco... Iba a decir a tomar por culo, pero una señora no debe decir palabrotas, aunque con el desmesurado amor que siento por Cela, a veces, lo emulo.

En resumen: la verdadera felicidad no es viento furioso que calma junto a la cola de un langostino y un par de tragos de vino. Semejante «cosa» al final (con el paso de las horas) se convierte en bochorno. La felicidad es una voz velada que no admite la turba de los falsos y mediocres. A día de hoy, la felicidad, está vilmente traicionada; con las redes sociales lo profundo se ha convertido en ligero, y lo grande en hinchado. Así es la Navidad: un tiempo que consideramos «singular» aunque sea por un rato.