Hace unos días observé desde el tren que me traía desde Carcaixent a València, cómo la V-30 del nuevo cauce del río Turia estaba congestionada por un tránsito masivo de vehículos a motor. Era hora punta y como cada mañana de lunes a viernes, las autovías de acceso y circunvalación de la ciudad de València se congestionan. Y llevamos así décadas. Pero ahora observo estas congestiones en un nuevo contexto. Los miles de conductores y conductoras que padecen la congestión cada día en la V-30, no dejan de escuchar en los medios de comunicación y en las redes sociales, que los tubos de escape de los actuales automóviles son responsables de gran parte de los efectos que nos llevan hacia un cambio climático de consecuencias inimaginables. Viéndoles en el atasco parece que piensan que no va con ellos la cosa, así que, ahí siguen los embotellamientos cada día en horas punta, en la V-30 y en gran parte de los accesos principales a la ciudad de València.

En mi modesta opinión, erróneamente continuamos apostando por ampliar accesos como los de la V-21 por el norte de la ciudad y en un futuro cercano el Ministerio de Fomento pretende ampliar también los carriles de la V-31 conocida como Pista de Silla. Con estas ampliaciones se transmite a la ciudadanía la idea de que pueden seguir desplazándose para ir al trabajo por toda el área metropolitana en su coche privado, por muy insostenible que sea mover un vehículo de una tonelada para transportar normalmente a una sola persona y la contaminación atmosférica que causa. Vamos, pues, por el mal camino.

Por su parte, hace unos días la Conselleria d’Infraestructures de la Generalitat Valenciana, ha anunciado una experiencia piloto para la puesta en servicio de lanzaderas de autobuses que comuniquen a la ciudad con algunos de los polígonos industriales de la comarca. Puede ser parte de la solución, pero habrá que actuar también mejorando el transporte público actual y bajando sus precios hasta llegar hasta su gratuidad; no es una utopía la gratuidad, tal como ya ocurre en alguna área metropolitana europea.

Pero, además de moverse con el insostenible coche privado, hay otras formas de ir al trabajo cada día. Una de ellas es la bici por si sola o bien combinándola con el metro y los trenes de cercanías. Esta reflexión tan personal no habría visto la luz si no hubieran concurrido en el tiempo dos ejemplos de movilidad que de alguna manera muestran el camino de cómo movernos de manera cotidiana o en trayectos de más largo recorrido. La misma semana que la activista Greta Thunberg, en una forma de desplazarse simbólica que la honra, viajó hasta Lisboa a través del océano en un barco a lo largo de 21 días, para llegar luego a Madrid en tren. No pretendo que la ciudadanía cruce el océano en barco, pero lo del tren debería ser más habitual y dejar el avión o el coche en casa para trayectos nacionales. Como decía, esos mismos días yo tenía una reunión con el alcalde de Manises. Vivo en un huerto del término municipal de Carcaixent. Me esperaban en el Ayuntamiento de Manises a las 10.30 horas. Con salir con mi furgoneta a las 9:00 podía llegar a Manises sobre las 10:00 horas por la V-30. Tendría unos minutos para aparcar y acudir a mi cita con el alcalde. Es lo que hace la mayor parte de la gente. ¡Pero, cómo iba yo a utilizar un vehículo a motor contaminante para desplazarme yo solo des de mi casa a Manises! Me negué. Tomé mi bici eléctrica de nueva adquisición, y pedaleé des de mi huerto hasta la estación de tren de Carcaixent. Unos 15 minutos para recorrer unos 8 km. Tomé el tren a las 9:24 horas. Llegué a la estación del Norte a las 10:00 horas. Desde allí, por carriles bicis y por el jardín del Turia, pedaleando hasta Mislata. Crucé la autovía V-30 por una pasarela para bicis y peatones. Desde ella observé el denso tránsito de sus viales. Miles de coches circulando por allí con conductores sedentarios que luego tienen que ir a un gimnasio para activar su salud. Y pensé que muchos de ellos probablemente estaban realizando trayectos y desplazamientos más cercanos que el mío. Bien, llegué al Ayuntamiento de Manises en unos 25 minutos y a las 10:30 me recibió el alcalde. La bici quedó aparcada enfrente mismo de la casa Consistorial. Terminada la reunión de vuelta a València, donde a las 12:00 horas tenía visita al dentista en la Gran Vía Fernando el Católico. Después me esperaban para una reunión de trabajo en la plaza del Ayuntamiento a las 13.00 horas. Finalizada ésta, tomé un tren a las 14:23 horas que me permitió llegar a Carcaixent a las 15:00 horas. De nuevo el trayecto de 15 minutos en mi bici eléctrica hasta casa, donde me puse a comer tranquilamente a las 15:30 horas.

No contaminé, no ocupé mucho espacio, fue muy económico el desplazamiento, hice ejercicio, admiré el paisaje, asistí a mis tres reuniones a su hora, aparqué siempre cerca, utilicé el transporte público… No es perfecto ni yo tampoco, pero pienso resulta un sencillo ejemplo de movilidad posible. Y no podía dejar de pensar en la cantidad de personas que podrían ir cada día al trabajo en el área metropolitana con su bici, bien directamente o combinando el desplazamiento con el transporte público. Con que tan sólo pudiéramos desviar a este tipo de movilidad, tan habitual en el resto de Europa, el 10 % de los desplazamientos, no serían necesarias las ampliaciones de las autovías de acceso a València, ni contribuiríamos a los efectos devastadores del cambio climático. Así que empecemos a exigir a nuestros políticos y técnicos infraestructuras dignas y eficaces para poder optar por movernos cada día de manera verdaderamente sostenible. Y un transporte público de calidad y con tarifas más económicas. ¿Te apuntas al cambio? Intentad dejar el coche en casa y apuntaos a vivir el desplazamiento cotidiano como una fiesta por el planeta y la sostenibilidad. Ánimo, pues, de todos nosotros depende que el planeta nos acoja cada día con alegría. No lo enfademos, ya que tenemos todas las de perder.