Disfrutar del ocio y combatir el aburrimiento se convierten en los intereses rectores de estos días de fiestas. En algo más de dos semanas de vacaciones, se concentra una inmensa oferta en musicales, teatro, exposiciones, videojuegos y estrenos de cine. En ese afán por salir del tedio y buscar nuevas emociones, no resulta extraño ver colas de espectadores dispuestos a contemplar las últimas novedades que la industria cinematográfica les depara. Se trata de un público que entiende el cine como forma de escape y que busca sobre todo el entretenimiento de las grandes superproducciones de Hollywood. Este año le ha tocado el turno a un nuevo episodio de Star Wars y sus fans han podido disfrutar del espectáculo y del merchandising que le rodea. No cabe duda, que la película es un producto en toda regla para el consumo en estas fechas tan señaladas de Navidad y Año Nuevo. Y como suele decirse que a la tercera va la vencida, me gustaría establecer un cierto paralelismo con esta novena entrega con la concluye la tercera trilogía de la saga que le dio origen. No por casualidad en toda narración fijada en mitos o cuentos populares, es a la tercera vez cuando se consigue el fin perseguido, se supera la prueba o se resuelve el enigma. En ese sentido, la saga de la guerra de las galaxias parece no dar más de sí y haber concluido.

De ahí que, acorde con los tiempos que corren, tiene coherencia que el papel principal lo detente un personaje femenino. En esta historia mítica del bien contra el mal, el personaje femenino de Rey tuvo su primera aparición en 2015 en el episodio séptimo titulado el despertar de la fuerza. En 2019, apenas unos años después y en época de feminismo transversal, resulta verosímil que la protagonista central del episodio noveno de esta tercera trilogía sea una mujer. Quiero decir que, en estos momentos, a sus generaciones de fans les resulta manejable asimilar que la heredera de la fuerza de los jedi sea una joven. De tal modo que, Rey Skywalker es una mujer joven, valerosa, leal y luchadora, que sustituye a Luke Skywalker, un hombre joven que reunía las mismas características y que fue el protagonista masculino de la trilogía original de esta serie de ciencia ficción creada por el cineasta George Lucas en 1977.

Ahora bien, quienes afirman que una película es solo una película, no caen en la cuenta en el instrumento de poder que existe en el discurso mediático. Una imagen y una narración son algo más que meras representaciones inocuas y por eso esta nueva entrega de Stars Wars puede leerse como un intento, consciente o no, por superar el test de Bechdel que la trilogía original no conseguía. Dicho esto, no es mi intención admitir que en esta nueva entrega hollywoodiense subyazca algo parecido a un espíritu revisionista y crítico con el patriarcado hegemónico que la teoría fílmica feminista denuncia. Lo más probable es que sea un mero giro oportunista en el guion de la película. Al fin y al cabo, estas superproducciones son concebidas para todos los públicos y aspiran a convertirse en un éxito de taquilla. De ahí que no se deba subestimar los modelos de representación hegemónicos que esconde la mirada masculina en este tipo de cine para el ocio y la evasión.

Por otra parte, destapar el sexismo y la brecha de género en el cine es algo que se plantea desde hace varias décadas. Fue Alison Bechdel, quien en 1985 difundió el test que recibe su nombre en el cómic «The rule». Según su criterio una película supera el test de Bechdel si en ella aparecen dos o más mujeres con nombre propio, si hablan entre sí y si la conversación no gira sobre algún varón. Esos tres requisitos funcionan a modo de indicadores para evaluar la brecha de género en el guion de las películas, cómics, series televisivas u obras teatrales. Para ello la autora se inspiró en Virginia Woolf quien, en Una habitación propia (1929), criticaba que en la literatura de ficción la presencia de un personaje femenino ocurría solo cuando existía algún tipo de relación con el protagonista masculino. En general la mayoría de las películas no superan el test de Bechdel pues gran parte de la industria cinematográfica pasan por alto las experiencias propias de las mujeres al considerarlas poco interesantes, de segunda división y sin importancia. Aún así, cabe decir que esta tendencia se va invirtiendo y cada vez es más fácil encontrar películas de autor, de cine independiente o series televisivas que superan con creces este test con el que se mide el impacto de género.

Por eso no está de más reseñar que también en esta temporada se ha elegido el 25 de diciembre, fecha familiar donde las haya, para estrenar la nueva actualización hollywoodiense de la novela Mujercitas (1868), en parte autobiográfica y escrita por Louisa May Alcott. En esta ocasión la película ha sido dirigida por Greta Gerwig que ve en este clásico literario un mensaje proto-feminista en el que se anticipan los derechos de las mujeres por vivir su vida según el modelo que elijan, sin necesidad de ceñirlo al matrimonio y a la maternidad. En esta nueva versión realizada por la afamada cineasta, se abordan las cuestiones vitales que, en el marco de la guerra civil secesionista estadounidense, les suceden a las cuatro hermanas en su tránsito de la infancia a la adolescencia. En la novela las cuatro jóvenes March (Amy, Jo, Beth y Meg) junto a su madre, constituyen un universo familiar que no pretende subvertir el orden patriarcal. En el cine también ocurre así, pero en esta nueva adaptación Jo, la protagonista de la historia sobre la que recae el peso de la narración, tiene voz propia y desafía explícitamente con sus aspiraciones y sus actitudes el modelo tradicional de feminidad. Y este punto es el que la directora ha querido trasladar a la pantalla, sin que se desvirtúe la esencia de esta novela, ni los personajes originales se desfiguren para acomodarse a los tiempos del feminismo actual de la cuarta ola, que es muy diferente a aquel que la escritora vivió a través del sufragismo de finales del siglo XIX. La buena acogida y el entusiasmo que ha despertado esta nueva recreación de un film clásico, apto para todos los públicos, es un buen ejemplo de cómo la literatura y el cine pueden ayudarnos a comprender los estereotipos femeninos con los que tuvieron que lidiar las mujeres en una época en la que el término feminista no estaba difundido. Aunque lo mejor sería que con este remake por fin dejara de pensarse que una película o un libro como Mujercitas lo es solo para mujeres.