Hace doscientos años, Francisco de Goya y Lucientes pintó un cuadro que era, es y, por desgracia parece que seguirá siendo, un fiel reflejo del carácter genuinamente español. El cuadro se llama «Duelo a garrotazos» y en él se ve a dos hombres, uno enfrente del otro, enterrados hasta las rodillas, literalmente matándose a garrotazos. Un país en blanco o negro, donde impera el «estás conmigo o contra mí». Donde vale la pena recibir si con ello puedes atizar.

En estos últimos años, se ha visto que nuestros políticos prefieren el extremismo y el enrocamiento a la concordia, como se pudo comprobar en las elecciones generales del pasado noviembre y en las descalificaciones del reciente debate de investidura. Esta actitud impregna cada una de sus políticas, incluyendo las que afectan a la protección del Medioambiente. Por un lado, el líder de VOX, al más puro estilo «primo de Rajoy» diciendo que el cambio climático no es un hecho; solo le faltó proponer el estudio del creacionismo en los colegios. Y, por el otro, Más País, incluyendo en su programa la prohibición total de los transgénicos, una herramienta básica no solo para la agricultura o la producción de medicamentos, sino para la futura sostenibilidad.

Pero, en el fondo, poco les importa y buena prueba de ello ha sido que apenas asomó entre los debates políticos, sepultado entre cataluñas, reproches y la España vaciada. La protección de nuestro entorno parece transcendental cuando viene Greta Thunberg y se celebra el COP 25 pero, a la hora de la verdad, siempre vuelve a su rol secundario. Da la sensación de que un bando lo consideran una frivolidad de «rojos» y, el otro, está más preocupado en ponerse medallitas para sentirse bueno y moralmente superior que en tomar medidas eficaces.

Un ejemplo podría ser la propuesta del programa electoral de Unidas Podemos, el cual plantea cerrar las centrales nucleares en un plazo de 4 años y, además, reducir la utilización de combustibles fósiles promoviendo el uso de coches eléctricos. Estas medidas están muy bien pero, desafortunadamente, son completamente inviables a día de hoy, ya que una aumenta muchísimo el consumo eléctrico y, la otra, reduce drásticamente su producción. Eso sí, quedan muy bien sobre el papel.

Esta coyuntura sucede en la mayoría de temas polémicos que enfrentan y dividen, a pesar de que existen caminos que, de forma pausada, llegan al mismo punto sin hacer que se desenvainen los garrotes. Caminos que no prohíben, sino que alientan, que hacen que sean los gobernantes los que se manchen de barro las botas para evitar que el pueblo acabe de cieno hasta las orejas.

No obstante, hay motivos para la esperanza, como la voluntad que se entrevé en el posible nuevo gobierno de España para hacer las cosas bien en esta materia, o el anuncio del President de la Generalitat, Ximo Puig, proponiendo buscar un gran pacto verde basado en los objetivos de desarrollo sostenible establecidos por la ONU y que aúne a toda la sociedad valenciana. Recordemos que estos objetivos se refieren a acciones cuyo radio de influencia es tanto local como global. Es decir, estamos hablando de luchar contra la desertificación, especies invasoras, contaminación de las aguas o el cambio climático a la par que educamos a la población para que no sea parte del problema, sino de la solución.

Solo espero que, cuando sea necesario, se actúe más con la cabeza y menos con el corazón, que escuchen a biólogos y científicos frente a populistas con pancartas y que construyan un camino que no sea transitable solo para los miembros de su club, si no que las dos Españas puedan avanzar juntas, aunque sea mirándose de reojo. Pues hay muchos asuntos más urgentes pero pocos más importantes.