Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Estamos aquí

Todos hemos vivido algún encontronazo con la muerte. Puede que no nos hayamos dado ni cuenta, pero ahí están: nadando, conduciendo o aminando. Lo único importante es que seguimos aquí

En los últimos años, he visto la mayoría de las películas de superhéroes. De todas, salgo desazonada porque el mal avanza y el mundo se acaba. No solo siento una sensación agridulce, también de preocupación porque soy incapaz de recordar el nombre de alguno de sus protagonistas. Ante tanto efecto especial, destrucción, vestuario y caracterización lo de menos es la interpretación o el ritmo de las secuencias. Salgo del cine sin ilusión porque absolutamente nada me ha hecho vibrar. Ni un diálogo, ni un cruce de miradas.

La novela Sigo aquí, de Maggie O'Farrell sí hace vibrar, y eso que también habla del posible fin de la vida. Concretamente, de la suya. La autora describe diecisiete encontronazos con la muerte, experiencias que podrían habérsela llevado al otro mundo, pero que, por suerte, se quedaron en meros roces. Todos hemos vivido alguno. El coche que frenó porque cruzamos la calle sin mirar, el hueso de pollo que se nos quedó en mitad de la garganta o la mañana en la que se nos saltaron los manguitos al darnos un chapuzón en la piscina. Vivir es milagroso y azaroso. A menudo pienso en mi tío Fernando y me pregunto qué habría sucedido si esa fatídica mañana hubiera dormido quince segundos más, o se hubiera tomado un segundo café, o se hubiera peinado con más ahínco. Quizás, solo quizás, no habría coincidido con el coche que se paró en la curva para que el copiloto fotografiara el paisaje y habría evitado el accidente. Quién sabe. Mi tío vibraba. Sobre todo, cuando estaba en el mar.

Ver la vida desde la perspectiva de su fugacidad y de su fragilidad es el mejor antídoto contra la apatía y la chorrada. Gracias, Maggie O'Farrell, por tu contribución. En casa, por primera vez, celebramos el nuevo año proponiéndonos maximizar emociones y actitudes. Concretamente, y de momento, tres: la tranquilidad, el esfuerzo y el disfrute. A estas alturas del mes, estoy a punto de dar por perdida la tranquilidad, pero tengo claro que voy a centrarme, y a esforzarme mucho, en no dejar pasar ni un momento de la tercera. Pienso en esto mientras camino y planeo qué hacer para comer. Y mientras escucho música tumbada en el sofá, releo los periódicos del fin de semana pasado, veo una película y como palomitas. O cuando me bebo una copa de vino o estreno sábanas limpias. Para vibrar y disfrutar no es necesario vivir aventuras de superhéroes, con el realismo vamos más que sobrados. Estamos aquí. Y ya. Suficiente.

Lara y yo cruzábamos el Paseo Marítimo una madrugada. Íbamos a bailar. Primero, oímos un ruido extraño a nuestras espaldas y, cuando nos giramos, vimos cómo el coche había perdido el control y avanzaba a toda velocidad hacia nosotras. Recuerdo los faros acercándose y recuerdo los zapatos negros de mi amiga, inmóviles sobre el asfalto. El pánico nos clavó a la carretera. No sé si fue ella o fui yo, pero una de nosotras gritó. Creo que le chillé que corriera y que ella me empujó para que reaccionara. Dos segundos después, el coche pasó a menos de medio metro de nosotras y se estampó contra un árbol. El conductor salió ileso y nosotras estamos aquí. Sí, aquí. Por eso, esta noche lo celebraré bailando.

Compartir el artículo

stats