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Las primeras batidas y olé

Desde que a Sánchez le ha dado por conducir todo lo mollar hacia los fines de semana, la plebe del carrusel deportivo está que trina. Sabe que no tiene nada que hacer ante sus tremendos contraataques.

La tendencia lleva a que María Chana, pintora de la «abstracción relajada», se adentre en la frutería siguiendo en sábado la tomatosa sesión de investidura por la que hasta las chirimoyas se mostraban alteradas. La natural templanza de la artista y su inclinación por conjugar en los lienzos la gama completa de rojos, le infiere un especial rasgo para extraer su visión del autodenominado rojazo y lo hace sin necesidad de perfilar matiz alguno: «A este hombre es que le va el riesgo». Es una adicción, le pone. Tanto abrazo con el otro solo podía significar que, con el de arranque, no había dado tiempo a clavarse puñal alguno. Deben tener el trapecio hecho mixto. Iglesias ha querido dejar claro que es un águila y el resistente monarca del puño y la rosa le ha limado las alas hasta rematar la jugada poniéndole a idéntica altura de Ribera con «b». ¡Ay, Inés! No da puntada sin hilo el prenda.

La presumible medio perdurabilidad del invento que inauguramos al timón patrio viene dada porque cuando la derechita cobarde entra a matar espanta. Si fuera capaz de comportarse como Dios manda y deja que los egos fluyan primero al son de la ristra de nombramientos que se avecina y, a continuación, con la acción de gobierno y los correspondientes derbis a la hora de la venta, el mero discurrir de la fiesta nacional sería de traca. Pero para los aznarines en danza no está hecho eso de contenerse aún a sabiendas de que, al protomártir de la vieja guardia empanada en los setenta, las tundas le dan vida. Con esa desgracia llamada Trump y la quiebra europea por la espantá británica, ya tiene el pack completo del superviviente y fumando espera el arsenal de recursos que se planean. Por no temer no teme ni a Estrasburgo ni al Constitucional ni al Supremo y, al habilitar tan campante los fines de semana, quiere decir que ni siquiera al var.

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