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Picatostes

Madame la coherencia

Ejercer una cierta coherencia a lo largo de la vida no es tarea ni ejercicio fácil. Me pongo en primera persona: Clamo por los incendios de Australia y el desastre ecológico provocado a miles de kilómetros de mi casa, y soy incapaz- de momento- de reciclar la materia orgánica en el contenedor que se encuentra a veinte metros de mi cocina. Cuestiones de coherencia. El pasado domingo los alegres y valerosos votantes de Vox se manifestaban en Barcelona- y en otras ciudades- contra el traidor y pérfido Pedro Sánchez y sus aliados separatistas-etarras-comunistas. Como demostración músico-fascista ante los que protestaban por su presencia en la Plaça de Sant Jaume se pusieron a cantar el Cara al sol. Podrían haberse puesto a tararear el himno español - de momento es lo que tenemos a falta de lyrics- o hasta cantar el Viva España, el pasodoble que creó un compositor flamenco -de la también pérfida y separatista Flandes- y popularizó Manolo Escobar, aunque igual la concentración voxera-nacionalista hubiera tomado un aire festivo, de charanga popular y tampoco era eso lo que buscaban sus convocantes. En su lugar optaron por el siempre infalible Cara al sol, lo de infalible lo digo porque es un tema que siempre da en la diana a la hora de excitar los ánimos. Nunca deja a nadie indiferente. A eso, lo de cantar el himno falangista, también se le llama coherencia. Coherencia nacional-melódica. El canto que animaba la postguerra española como hit popular junto a La vaca lechera y Me gusta mi novio que cantaba Luisa Linares y Los Galindos, más de ochenta años despues sigue vivito y coleando por la gracia de los patriotas de Vox.

Leo entre los nuevos ministros, el del valenciano José Manuel Rodríguez Uribes como ministro de Cultura. No tengo el gusto de conocerlo aunque entre los ítems en su currículo, obervo que ha sido Delegado del Gobierno en Madrid y Catedrático en Filosofía del Derecho. Me hubiera parecido más coherente por parte de Pedro Sánchez haber dejado en el puesto a José Guirao, un hombre que se ha curtido en diferentes frentes del panorama cultural. O a lo mejor, lo coherente para Pedro Sánchez es hacer este tipo de cambios o saltos acrobáticos. Despues de su fallida puesta en escena con el insigne escritor y periodista Máximo Huerta, está visto que la coherencia cada vez más se parece al prêt-à-porter, donde cada uno se la ajusta y se la corta a su gusto y medida. Y es que si hablamos del universo o planeta político, ejercer la coherencia- o cierta coherencia, si se prefiere- resulta un ejercicio tan difícil como que la portavoz popular Cayetana Álvarez de Toledo no arroje la Constitución setentera en cada una de sus comparecencias como si se tratara de un lanzallamas. O como una lanzadora de cuchillos del Circo Americano.

En el mundo de la información y sus informantes, también la coherencia “va com va” que diría Ovidi Montllor. Si tuviera que señalar un profesional coherente, con el riesgo que toda elección supone, de alguien que ha transitado por los diferentes caminos de la información cultural de una manera acorde, que se ha manifestado en su propia trayectoria personal y creativa señalaría al periodista Raúl Riebenbauer. He tenido la suerte de compartir alguna etapa profesional con él, y siempre se ha caracterizado por un trabajo riguroso, promotor de proyectos arriesgados que exigían, además de voluntad, mucha energía para su puesta en escena. Estos días anda enfrascado en la financiación de su nuevo proyecto, el documental Yo fui Anderssen ya terminado pero que necesita apoyo económico para su presentación en diferentes festivales. El cortometraje, un “ejercicio de arqueología emocional” en palabras de su creador, narra su relación con su padre, enfermo de un cáncer terminal, al que acompañó los últimos meses antes de fallecer. “Pocos días después que muriera sentí que iba a necesitar transformar mi proceso de duelo mediante la creación” explica Riebenbauer en la presentación del proyecto sobre la génesis del documental. Desde la plataforma de crowdfunding Goteo ha puesto en marcha una campaña de micromecenazgo, que de momento va por buen camino, y que espera que colabore a llevar el documental por diferentes festivales internacionales.

Sin salirnos de la via coherente, el Ayuntamiento de Roma ha decidido prohibir los puestos de souvenirs junto a los principales monumentos histórico-artísticos de la ciudad. Seguramente una medida coherente a la vista de las anteriores normas que el consistorio había ido tomando como la prohibición de sentarse en las famosas escalinatas de la Plaza de España o hacer picnic junto a las joyas del patrimonio de la ciudad. Ahora la prohibición le ha llegado a los suministradores de toda esa parafernalia del kitsch más castizo y genuino: Platos con las efigies de los Papas Francisco y Juan Pablo II, ceniceros con el dibujo del Coliseo, figuritas de la Guardia Suiza, llaveros, imanes, etc. Toda clase de artilugios que con otros protagonistas se repiten en las calles de París, Nueva York, Madrid o Barcelona.

La cosa está encaminada a preservar un cierto decoro ornamental y paisajístico en las ciudades, sin duda una razón muy laudable. En más de una ocasión he denunciado la polución decorativa que afecta a nuestros centros históricos, una infección estética que de momento no parece tener cura ni remedio. Lo que ya no estoy tan seguro, es si con unas ordenanzas municipales cada vez más drásticas, ahora un director como Federico Fellini hubiera podido rodar su icónica escena del baño de Anita Ekberg y Marcello Mastroianni en la Fontana de Trevi y nos hubiéramos visto privados de uno de los momentos más fascinantes de la historia del cine.

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