He de admitir que tengo poca memoria, o como le digo a mi mujer para justificarme, poseo una memoria selectiva y descarto aquello que me parece menos importe. Sea como fuere, todavía recuerdo mis comienzos en la Facultad, que se afrontan con ilusión, muchos nervios y grandes expectativas. En esos días, uno de los primeros libros que cogí llevaba por título Introducción al Derecho Constitucional, donde se hablaba de cuestiones básicas e imprescindibles no sólo para el ejercicio como jurista, sino como principios esenciales que todos los ciudadanos deberíamos conocer. Ahí descubrí la importancia que tiene la limitación del poder mediante su división, como garantía de la libertad y democracia.

Señalaba Montesquieu que todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo, y para que esto no ocurre, hace falta que el poder detenga al poder. Es una verdad absoluta, que se evidencia en la actuación de la clase política y los diferentes casos de corrupción que hemos conocido, de todos los colores e ideologías. Para contrarrestar esta situación, se configuró la división del poder del Estado, confiando en un proceso de vigilancia mutua entre ellos mismos, como así sucede. Es más, la sociedad democrática actual ha sido capaz de conformar otros poderes más o menos ortodoxos y que sirven también de contrapunto en esa vigilancia, como son indiscutiblemente los medios de comunicación.

La configuración del nuevo Gobierno central está generando no pocas tiranteces, y sería injusto responsabilizar de todas ellas a Pedro Sánchez, ya que ha tenido que lidiar con unos resultados electorales complejos, pero indiscutiblemente la propuesta de designación de la ministra de Justicia saliente, Dolores Delgado, como nueva Fiscal General del Estado es una decisión que se podía haber evitado y que ha motivado infinidad de críticas, todas ellas merecidas. Nadie duda de que cumpla los requisitos formales, como ha reconocido a regañadientes el Consejo General del Poder Judicial en su informe no vinculante, pero una cosa es lo legal y otra bien distinta es tener un poco de decoro a la hora de querer controlarlo todo, aunque sea para contentar a la bancada independentista.

Ya lo anticipó el Sr. Sánchez en una entrevista radiofónica al preguntar de forma retórica «¿De quién depende la Fiscalía?». En ese momento confirmó erróneamente algo que fue contestado con rotundidad por la Asociación de Fiscales, recordándole que el Ministerio Fiscal no recibe órdenes y actúa con absoluta independencia. Ahora vamos entendiendo aquel lapsus, al contraponemos este nombramiento con los importantes retos y decisiones judiciales que Cataluña seguirá planteando, donde la Fiscalía tendrá mucho que decir.