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A vuelapluma

Alfons Garcia

Supongo que saben de qué hablo

Divago, mientras la legislatura calienta motores. Algo así debe pensar la mayoría de cargos y consellers del nuevo Botànic, que se han tomado un buen descanso navideño al considerar que queda mucho paisaje a la vista hasta las próximas elecciones autonómicas y que el motor del Consell ya rueda solo. Al ralentí, pero en marcha. El largo parón ejecutivo por la inestabilidad en Madrid y la consiguiente ausencia de soluciones a la carencia de dineros no justifican dejar de pedalear. Y menos, cuando la legislatura apunta a pronunciada cuesta arriba. Supongo que sabrán de qué hablo.

Hay gente que lleva la infelicidad en el rostro, aunque sonría, que no suele ser habitual, y a la que preferimos esquivar. Y hay gente que su sola presencia serena. No hay nada racional en ello, pero pasa. ¿Se han preguntado alguna vez por qué son de derechas o de izquierdas? ¿Qué hecho marcó esa posición ideológica? ¿En qué momento fue un viaje sin regreso?

La madurez supongo que llega el día que empiezas a preguntarte por qué no estás en el otro extremo, por qué aquella persona te repele, por qué no eres de los otros. Pero sobre todo, la madurez política llega cuando se verbalizan las barbaridades de aquellos que se entiende que están en tu espectro ideológico. En el caso de la izquierda cada día son más elocuentes los silencios sobre Rusia, China, Venezuela o Cuba, hoy estados autoritarios, al servicio de unas cúpulas poderosas y tiránicas, alejadas del sueño del bien común. Sobre el abono del comunismo, la democracia ha crecido desvirtuada. El tránsito del marxismo a la modernidad no debería ser el impúdico capitalismo de castas que se ha impuesto en estas sociedades.

La madurez es el pensamiento libre. ¿Cuántos de los que hoy elogian a Borja Sémper, después de su portazo al radicalizado PP de Álvarez de Toledo y Casado le acariciaron los oídos en el pasado? ¿Por qué a la izquierda, la más radical al menos, le cuesta tanto hablar de Rusia, Venezuela o China, a pesar de sus últimas derivas autoritarias? Supongo que saben de qué hablo. ¿Por qué algunos en la izquierda valenciana parecen empeñados en dinamitar la sintonía del Gobierno actual con los empresarios? Parecen deseosos de empujarlos al lado de la derecha y que los frentes queden así perfectamente definidos y separados. No es obligado rendirse al castigo de las dos Españas. La razón siempre pierde entre bloques. Ganan los prejuicios y las pasiones.

Serà precís? La expresión en valenciano contiene un plus de distanciada ironía. ¿Era necesaria la posición de máximos del Consell (la expresó su portavoz) frente al puerto de València y su temida ampliación, esa de la que todos hablamos y casi nadie conocemos bien? O el nombramiento de la fiscal general, ministra hace menos de una semana. O la foto pinturera de dos jefes de la izquierda que en privado se despellejan. La política no es mejor que la vida, que necesita una buena dosis de simulación para que esto de pasar los días en grupo se sostenga. Supongo que saben de qué hablo. Ya lo decía: divago.

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