Con los ojos podemos diagnosticar el porvenir de una atracción. Creo que todas las fiebres se reflejan en ellos; son el médico de cabecera que saben curar, diagnosticar e incluso extienden recetas.

Hay tantas maneras de mirar..

He visto miradas que son persiana bajada por la tristeza: intuición de desesperación y agonía. También he visto miradas que son lengua de fuego esperando agua. Sorprende también encontrarse con dos asesinos escondidos en el trazo de las cejas. ¿Y qué decir de las dos tímidas niñas detrás de sendos biombos.

El que mejor recoge la cercanía de una mirada es el beso. Bueno, el oculista también, y ya puestos a nombrar que nos nos falte Santa Lucía. Volviendo a los besos, creo que son el camino más corto para dejar en el perchero el abrigo, mira que dan calor... Y mucho, ¿verdad? Es importante no ser inconstante, dicho de otra manera, deberíamos besarnos mucho más. Sí, no vean lo que le ha sucedido a mi amigo Tano. Hace aproximadamente dos años que se separó de su esposa, desde entonces no había vuelto a esperar unos labios; bueno, ni unos labios ni nada que preste auxilio al sexo y mucho menos al amor. Hace poco se apuntó al gimnasio, y por lo visto, no sólo ejercita los músculos. Se ha enamorado...

Hace pocos días quedó para cenar con una dama; creo que la abstinencia unida a la pasión, le provocaron un supuesto ataque de asma. Después de estar con ella me llamó: «Me estoy ahogando». La soberana carcajada que solté le debió retumbar en el tímpano... No, no se estaba ahogando, Tano había vuelto a besar. Qué abertura tendrá un beso para hacernos sentir tanto...

Los besos están detrás de la vida, a menudo son compensación entresoñada entre la realidad y la fantasía, tienen la peculiaridad de ser húmedos (los fraternales no) y son propiciadores de muchas «herejías». Mientras estoy escribiendo me asalta un pensamiento, sí hay algún beso fraternal húmedo: los besos de nuestras abuelas el día que no encuentran la dentadura postiza...

Creo que los humanos reconoceremos nuestra muerte el día que no tengamos fuerza para besar. En muchas barbas blancas, duermen jóvenes que auscultaron el amor con sus labios. En el mundo de los recuerdos siempre hay dormido algún beso. O dos... Hasta el último día de nuestra vida no hay nada inacabado, ni nada empezado. ¿Saben? Que nos lleven a la tumba agarrados al retrato de nuestro mejor beso y que entre el pliegue de la muerte nos escondan la mirada más bonita para compartir la eternidad.