La Ministra Celaà en su última rueda de prensa no tuvo su mejor día. Para empezar en el debate sobre el Pin escolar lanzó su personal opinión -del mejor stalinismo- de que los hijos no eran propiedad de los padres, eran propiedad del Estado. Parece mentira que una persona proyectada a la cúpula de la Administración ignore que el primer documento de un ser humano, es decir, su partida de nacimiento, concreta el nombre del neonato y a continuación la de los nombres de los padres. Trámite que se repite a lo largo de su vida incluso en la defunción. Sin embargo la señora Celaá nos los expropia por su personal decisión y asegura que son propiedad del Estado. De ser así espero que el Estado me abone las cantidades correspondientes a la educación, alimentación, vestido y medicación que a lo largo de sus vidas han consumido, siempre que mis hijos renuncien a nuestro parentesco y acepten la tutela estatal. La señora Celaá ignora el peso del apellido que nos sitúa ante una estirpe y que nos orienta sobre las relaciones y el prestigio de una familia. El honor y la tradición no son materias expropiables, hasta hoy. Del mismo modo que la Sra Calaá ignora que en presupuesto del Estado aparecen muchas partidas destinadas a las familias y es sabido que la familia es el conjunto de padres e hijos de un núcleo social. Destarifo propio de una persona ignorante en temas históricos, sociales y políticos.

Pero no contenta con esta estupidez completó su intervención dando un mes a la autonomía de Murcia para anular el Pin escolar, amenazado con llevarlos a los tribunales si no lo hacían.

¿Pero no había quedado el Presidente Sánchez con los catalanes en terminar con la judizalización de la política? Por lo visto se trata de un compromiso que solo afecta a los catalanes y en ningún momento al resto de España. Aquel que no esté conforme con Sánchez y cía, a los tribunales. Pero con los catalanes a rebajar la tensión y a dejar en ridículo al Tribunal Supremo que estuvo casi un mes para juzgar a los díscolos dirigentes catalanes y soltarlos por la puerta de atrás, olvidando todas las barbaridades que cometieron, cortando carreteras, ferrocarriles y calles de Cataluña para humillación de las fuerzas del Estado y martirio de los ciudadanos laboriosos y cumplidores con su trabajo y sus impuestos. Cuando un pueblo se queda sin su defensa por la justicia, pierde el respeto a todo. Y lo que aquí se pretende es un golpe mortal a nuestro Estado de derecho para permitir cualquier abuso o desorden sin consecuencias posteriores. Pero no pasa nada que me acabo de enterar de que me han expropiado a mis cinco hijos. Solo espero que me paguen lo invertido en ellos. Entre el lenguaje inclusivo y las ocurrencias de esta pobre ministra podemos hacernos una idea del calibre intelectual de los que nos gobiernan. Cero patatero.