Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Butaca de patio

Vargas Llosa, sin prejuicios

En los últimos tiempos Mario Vargas Llosa ha tenido más protagonismo en la prensa rosa o en los programas televisivos llamados del corazón que en los suplementos culturales. Su divorcio de su esposa, Patricia Llosa, con la que estuvo casado medio siglo, y su posterior unión con Isabel Preysler, símbolo de la frivolidad del papel couché, han puesto el foco en la vida privada del premio Nobel hispano-peruano. No es la primera vez que asuntos extraliterarios marcan la trayectoria de uno de los novelistas en español más importantes, galardonado desde su juventud con todo tipo de premios, aclamado por la crítica y seguido por millones de fieles lectores en los más variados países, traducido como ha sido a más de 30 idiomas. De hecho, la primera novela en la que Vargas Llosa abordó el humor como elemento narrativo fue La tía Julia y el escribidor, donde relató en clave autobiográfica sus amoríos y su matrimonio precisamente con Julia Urquidi, exmujer de un tío suyo y 10 años mayor que el escritor.

Sus relaciones de pareja siguieron después también en el ámbito de la familia, ya que Patricia Llosa es prima hermana suya. Al margen de estos avatares amorosos, este elegante intelectual de verbo fácil, brillante escritura y educación exquisita coqueteó durante décadas con la política, en la que pasó de simpatizar con el comunismo, como otros escritores del boom latinoamericano, García Márquez entre ellos, a decantarse por un liberalismo conservador. Su compromiso cívico lo llevó incluso, aunque más tarde reconoció que fue un error, a optar a la presidencia de Perú en 1990 en unas elecciones que perdió contra el autócrata Alberto Fujimori. Testimonio literario de aquel episodio fueron unas interesantes memorias: El pez en el agua.

Pero más allá de las facetas privadas o políticas, Mario Vargas Llosa ha demostrado de nuevo a sus 83 años su vigor como narrador, una altura como novelista que lo sitúa en un olimpo al alcance de muy pocos. El premio Nobel ha regresado ahora con Tiempos recios, una trama deslumbrante sobre unos hechos poco conocidos de la reciente historia de Guatemala. Entroncada en sus personajes y en su trasfondo con otra obra magnífica, La fiesta del Chivo, Vargas Llosa logra una vez más alternar de modo magistral las trayectorias personales con el contexto de fondo. En realidad, buena parte de su literatura, desde La ciudad y los perros o Conversación en La Catedral hasta hoy mismo, está teñida de esa lucha desigual entre el individuo y el sistema donde las estructuras, en muchas ocasiones dictatoriales, acaban por derrotar a la gente. Por ello, Mario Vargas Llosa, a pesar de apoyar un liberalismo que suele oprimir a los más vulnerables, se transforma en sus libros en un escritor que toma partido por los débiles frente a los fuertes. Así, Tiempos recios supone la última prueba de esa actitud. En cualquier caso, vale la pena olvidar en los escritores, y Vargas Llosa no es una excepción, sus facetas privadas y concentrarse sin prejuicios en el placer de la literatura, en el gozo de leer un castellano muy rico y variado, en sumergirse en unas historias apasionantes y muy bien narradas.

Compartir el artículo

stats