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Teresa Domínguez

Con duende

Teresa Domínguez

Maestrillos del odio

Con esto del odio, a Vox le está saliendo el tiro por la culata. Nunca pensé que tuviera que agradecerles nada, pero, mira por dónde, con su innegable contribución al discurso de la discriminación, con ese empeño en señalar al de fuera, a las mujeres maltratadas, al distinto, a quienes eligen amar fuera de su sacrosanto heterocanonicismo, lo que están consiguiendo es darle vidilla a las fiscalías y empujar a colectivos y a ciudadanos de a pie a convertir en cotidianas sus (aún futuras) visitas a los juzgados para responder de sus bravuconadas y de sus mentiras enlatadas. No solo le han dado sentido y una nueva dimensión a la aún flamante legislación contra el discurso del odio, sino que están consiguiendo la normalización de la denuncia de un delito que hasta hace no mucho era un exotismo judicial. La semana pasada, fue Twitter quien les cerró la cuenta oficial por incitar al odio, adelantándose a la fiscalía valenciana, que buscaba esa acción después de que imputaran falsamente el abuso grupal de Cullera a magrebíes; ayer, la Fiscalía del Tribunal Supremo abrió una investigación por las deleznables acusaciones de Monasterio equiparando los menores migrantes a violadores en manada. Un carrerón, llevan. Y no ha hecho más que empezar. La estrategia de liliputienses de hacerse visibles a golpe de brofegaes, a sabiendas de que mienten, tergiversan y manipulan la realidad, empezará a resultarles menos rentable y jocosa si la Justicia, por una vez, empieza a repartir reproches en tiempo y forma. Eso sí, la respuesta de los voxeros cuando llega la dama de la balanza con las rebajas es univitelina de la que dieron esos a quienes ellos, qué cosas, llaman fascistas, esto es, a los baluartes de ese Procés a ninguna parte. Estos últimos, con el que si yo no quería, que si era de mentirijillas, que si solo era simbólico; y los otros, los maestros (pero en versión Pinypon) del odio, con el lo dijo un vecino, lo escuché en el mercado o lo vi en otro país, pero me venía bien para encarroñar los ánimos del mío. No hay nada como poner al primo de Zumosol en marcha para que las valentías de red social y foco se licúen por el inodoro.

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