Un par de veces al mes nos hacemos el aperitivo y, salvo que nos encasquillemos con Tarantino, Scorsese o las figuras del cine clásico que tampoco es que sean malas elecciones, propinamos un buen repaso a la candente actualidad. Su perspectiva me sitúa lo que no hay en los escritos. Se trata de un liberal sin banderías, que ha debido votar a unos, a sus contrarios o al que observe en buena disposición siempre que no caiga en mamarrachadas y sabedor de que tampoco puede ponerse uno demasiado exigente.
Durante la última cervecita nos perdimos entre destinos turísticos influidos sin ser conscientes por la celebración de Fitur y, cuando íbamos hincarle el diente a sediciosos, ansiosos y batucadas que amenizan el ruido que nos acompaña, va, pone carita y, envuelto en un gesto muy característico, entra a matar con su estilo caballeroso acompasado de media verónica: «Y qué me dices de la recuperación de una figura pacificadora?». No hizo falta pronunciar nombre alguno para captar que estaba poniendo sobre la mesa el del sin par Miguel Ángel Rodríguez.
El kamikaze de Aznar era el que faltaba para encender una mecha en la falla que viene plantándose. Alguien de quien se ha prescindido por la que ha armado en los platós cuando el bien más preciado en un tertuliano es su capacidad precisamente de liarla parda. Pero él ha nacido para batir cualquier registro. Con su retorno al primer plano a través de la presidencia del gobierno madrileño, al vice Aguado se le han puesto los pelos como escarpias. A los naúfragos de Ciudadanos cuando no se ven comprometidos por un lado, los aporrean por el otro. Haciendo méritos con Ayuso en medio de la investigación sobre Avalmadrid, MAR ya le endiñó vía Twitter al papi de Aguado y, de paso, le soltó al de Transportes «Garrido mierda» que luego subsanó tras aclarar que «quise decir, tránsfuga de mierda». Nadie duda de que si se ha recuperado al menda es para que no pase desapercibido. Y ahí no podemos engañarnos. Seguro que cumple.
