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Volando bajito

No es igual, pero es lo mismo

Curioso. En un paso de peatones una mujer me pide que la escuche. Mal sitio. Subimos a la acera y me pregunta si no la conozco. Ni idea. Poco a poco me aporta detalles y entonces la recordé vagamente hasta que me vino una escena familiar; su forma de saludar.

Fue vecina de mi madre, tenía nueve hijos, era habladora y risueña. Recordé que un día desaparecieron, ella y sus hijos. Los rumores se extendieron por el barrio pero la vida caminaba tan rápido que nadie preguntó por ellos. Había cosas más importantes que hacer.

Y de pronto recordé de su historia y por si acaso le pregunté y sin entrar en detalles me dio las claves. Le gustaría contar su historia pero no le beneficiaría, de manera que contó lo que yo ya sabía. A principio de los noventa su marido, un hombre alto, moreno y guapo, comenzó a trabajar en una importante empresa, un amigo le abrió la puerta, y en poco menos de un año ascendió. Era listo y osado. La empresa para la que trabajaba gestionaba préstamos, una financiera. Los clientes pedían dinero y él, enmascarando falsos avales, concedía esos préstamos, les pedía unas firmas y, finalmente, se quedaba con buena parte de ese préstamo. Poco a poco llegaron las quejas de los clientes y la empresa comenzó una investigación, pero lo hizo discretamente. Nadie lo sabía, bueno, nadie menos el marido de la mujer que desde que pudo fue al aeropuerto y huyó a un país de Sudamérica. Iba por delante de la investigación. «Yo pensé que tu marido había atracado un banco...» «No, no, él les robó a los clientes, no al banco». Que no es igual, pero es lo mismo.

Cuando el caco entendió que ya no estaba en peligro comenzó a tirar de sus hijos hasta que completó la reunificación en Uruguay. Ahora trata de hacer lo mismo pero en Canarias y supongo que con una economía saneada.

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