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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

Sin ilustrísimos ni excelentísimos

Tenemos derecho a no esperar demasiado del Gobierno socialcomunista de PSOE y Podemos, por falta de presupuesto. Sin embargo, la coalición debe abordar con premura las reformas de bajo coste a su alcance. La más elemental consiste en la supresión sumaria de los tratamientos ditirámbicos a determinados personajes de la vida pública. España sería un país mucho más habitable sin excelentísimos ni ilustrísimos, generalizando el "Señor Don" que es el traje sin corbata de los apelativos jerárquicos.

Un ilustre general de Vox me comentaba que un inolvidable Jefe de Estado era conocido en los cuarteles como Su Excremencia. Es decir, el pueblo sano adapta los tratamientos a los méritos reales de sus beneficiarios, por lo que la supresión de ilustrísimos y excelentísimos evitaría la degradación de su aprecio. Aparte de que puede aceptarse el rango excelentísimo de los vocales de la Comisión General de Codificación (?), pero suena hiperbólico para los miembros del Consejo de Seguridad Nuclear. Y si la condición ilustrísima lastra a los machadianos directores de Institutos de enseñanza media, merece alguna aclaración la asignación de la jerarquía al responsable de la Academia Española en Roma (?).

Del triduo revolucionario que presuponemos en un Gobierno de PSOE y Podemos, la fraternité es el objetivo más barato, no importa que también sea el más hipócrita. La libertad es un valor caduco salvo para los explotadores de big data, y la igualdad ni siquiera se plantea. Ahora bien, la erradicación de los ilustrísimos y excelentísimos sin afectar a sus honorarios podría salir tan rentable publicitariamente como el traslado a hombros de la osamenta de Franco. Por no hablar del notorio ahorro energético al suprimir los tratamientos afectados, en una sociedad que recomienda incluso suprimir los puntos finales de los WhatsApp por el bien del planeta.

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