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El lápiz de la luna

Lengua de signos para todos

El otro día pasó algo que me dejó fascinada. Un suceso que hizo que me sintiera como el músico de la ciudad de Hamelín pero mi instrumento mágico no era una flauta sino un sistema alternativo de comunicación, concretamente la lengua de signos. Mi clase, por suerte, no es perfecta. Muchas veces los niños y las niñas gritan, se enfadan y tenemos algún que otro conflicto. Los viernes a última hora nos abriga el cansancio -a grandes y a pequeños- las ganas de jugar se imponen y, en ocasiones, las normas se quedan vagando por el patio después del recreo. Eso fue lo que sucedió el pasado viernes. La situación era insostenible y nada de la materia que diera iba a calar. No podían irse a casa con ese nivel de estrés y de ansiedad así que, como pude, y con alguna canción que tenemos ensayada para los momentos de crisis, fuimos bajando el tono de voz y el ambiente se fue relajando. En ese momento, quizá por el miedo a que todo se descontrolara otra vez, recurrí a una herramienta que poseo desde hace años y que nunca había usado. Cuando les pregunté si les gustaría aprender lengua de signos, explicándoles previamente qué era y para qué se usaba, contestaron al unísono un sonoro síííí y de esta forma pasamos las dos últimas horas aprendiendo a deletrear nuestro nombre, a signar los días de la semana y los meses del año. Además propusimos que cada día sería un alumno o una alumna diferente quien se encargaría de escribir la fecha en la pizarra y de signarla. Tocó la sirena y salieron en orden y relajados, algo que agradecerían enormemente sus padres, pero, sobre todo, sabiendo algo nuevo que les motivaba muchísimo. Lamenté no haber tomado esta decisión antes y me di cuenta de que, si realmente queremos hablar de escuela inclusiva, tenemos que ir un paso más allá. Entendemos por escuela inclusiva aquella en la que el alumnado se siente incluido y aceptado, en la que, sean cuales sean sus capacidades, se ven reconocidos en su singularidad, valorados y con posibilidades de participar en la escuela. Dar un paso más allá consiste en incluir la lengua de signos como una asignatura, aunque no haya ningún alumno con discapacidad auditiva. Es hacerlos partícipe, no solo de un colegio inclusivo, sino de una sociedad inclusiva. Si todos aprendiésemos a comunicarnos con la lengua de signos les facilitaríamos mucho la vida a las personas con problemas de audición y, además, podríamos presumir de sociedad inclusiva. No sé, a mí me parece atractivo... Ahí queda.

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