Nada interesa más, a la opinión pública en general, que las noticias referidas a avances en el conocimiento que tienen repercusión en la salud. El conocimiento científico biomédico progresa de forma continua y la pregunta ante cualquier hallazgo es siempre la misma: cuándo se traslada a soluciones concretas que curen enfermedades o al menos las alivien. Porque aún son muchas las dolencias para las que no tenemos solución.

Por ello es importante que aprendamos a leer las entrelíneas de todo este relato. El de la Ciencia brillante que nos descubre nuevos detalles; el de la tecnología que nos ayuda a precisar cada vez más los parámetros para definir el estado de salud; el del desarrollo biomédico y farmacéutico que nos proporciona nuevos y mejores diagnósticos y terapias.

En el año 2019 culminó una década que ha presenciado avances muy notables en Biomedicina. Cómo no constatar, como hace la revista Nature, que el desarrollo de la tecnología CRISPR de edición genética, debida a los descubrimientos del microbiólogo español Francis Mojica, constituye el hito de la década. Pero el repaso de acontecimientos y avances en Biomedicina se hace, afortunadamente, cada vez más extenso.

Vemos cómo el conjunto de patologías que llamamos cáncer, se combate cada vez con más eficacia en muchas de sus manifestaciones. Los fármacos a base de anticuerpos, que desbloquean a las células de nuestro sistema inmunitario, para que ataquen a la célula tumoral se incrementan y perfeccionan, año a año. Igualmente ya hay terapias, como las basadas en CAR-T, en las que se modifican genéticamente las células del enfermo, para que se dirijan contra el tumor que padece.

Las tecnologías más avanzadas (imagen médica, genómica) nos acercan cada vez más a un conocimiento preciso de la individualidad, y por tanto a cuidados de salud más personalizados. La secuenciación del genoma humano, que culminaba a principios de este siglo, nos abre a entender mucho mejor las bases de la enfermedad o de la propensión a padecerla. Con ese conocimiento, surgido hace veinte años, tenemos una nueva tendencia: conocer con precisión al ser humano, individual, al que enferma, y plantear las mejores opciones para atenderlo y cuidar su salud. Solo en 2018 se aprobaron 59 nuevos fármacos con novedades importantes; alguno para enfermedades raras (infrecuentes) como la fibrosis quística, también el primer derivado de la marihuana, cannabindiol, para algún tipo de epilepsia poco común. Las novedades incluían terapias impensables hace poco como medicamentos basados en RNAs de pequeño tamaño, o en nanopartículas, para tratar algún tipo de amiloidosis. Son sólo algunos ejemplos limitados de lo que se vive en el terreno de salud.

Pero, si seguimos aspirando a manejar la individualidad, la pasada década también nos abrió el camino del microbioma, un camino que se enriquece y ensancha cada vez más. Somos también la microbiota que habita en nuestro cuerpo, que influye en nuestra nutrición, que afecta a nuestro metabolismo y que puede provocar propensión a patologías. Los microbios que albergamos están en continuo diálogo con nuestras propias células.

En esta situación sostengo que tiene poco sentido contraponer una Medicina individualizada de precisión, adaptada a las necesidades de cada enfermo, frente a una concepción de que los problemas de salud más globales son los que deben merecer la atención. La consideración de la individualidad del paciente nos ha devuelto a los cuidados de salud en su dimensión más humanística. “No hay enfermedades, hay enfermos” proclamaron muchos médicos que se acercaban a sus pacientes entendiendo que tratar a cada cual según sus necesidades era un deber sagrado. Ahora, podemos además documentar científicamente esa individualidad, conocer las bases genéticas (me atrevo a decir que también el microbioma es ya parte inseparable de nuestra genética) de cada persona y atenderla como necesita cada paciente, como requiere su propia individualidad.

El que la Ciencia conquiste cada vez nuevos territorios nos acerca a esa precisión para la salud que postulamos, y también nos aproxima a hacer posible una aspiración fundamental, la de la salud para todos. En la Fundación QUAES nos importa todo esto, trabajamos por una Medicina precisa y de calidad, al servicio de la sociedad valenciana y de la sociedad española en general.