Durante décadas el presidente de la Cámara de Comercio, por ser entidad fundadora, lo era también de la Feria Muestrario Internacional de València . Ambas comparten el liderazgo de las entidades económico-empresariales en la Comunitat Valenciana. Por la dilatada experiencia a lo largo de décadas y por mucho que se empeñen en desvirtuar la vigencia y trayectoria de los certámenes comerciales en el País Valenciano, se ha podido constatar que una feria es bastante más que un sitio donde se va a comprar y vender.

En torno a la crisis de Feria València ha resurgido el enfrentamiento entre las Cámaras de Comercio—concretamente de la Cámara de València, la más relevante, que preside José Vicente Morata— y el afán de poder e intromisión de las patronales —a nivel autonómico, la Confederación Empresarial Valenciana (CEV), presidida por Salvador Navarro— Ambas, Feria y cámaras, son instituciones oficiales, amparadas por la ley y sometidas a las competencias transferidas a la Generalitat Valenciana. Las Cámaras de Comercio son corporaciones de derecho público que representan a la totalidad de las empresas con sede en sus demarcaciones.

Unidad. Feria València ha sufrido una transformación con respecto a la Institución que presidieron, primero José Antonio Noguera de Roig y después Ramón Cerdá Garrido y dirigieron José María del Rivero y Alejandro Mañes , en las decádas de los 80’ y 90’. La Feria que se fundó en 1917 por Unión Gremial, no tiene nada que ver con la actual. Por el abandono y la desidia de sus gobernantes. La crisis actual requiere unidad de acción entre sus responsables: empresariales y políticos. La economía es muy sensible a la incertidumbre, a la inestabilidad y a las desavenencias. Es lamentable el último espectáculo que están dando las principales partes —Salvador Navarro por una parte y José Vicente Morata y el conseller Rafael Climent, por otra-- que tienen la responsabilidad de reconducir y enderezar la trayectoria de uno de los recintos feriales mejor dotados de Europa. El tiempo que se pierde tiene su coste en oportunidades que se desvanecen. El mundo de hoy, condicionado por la globalización de la economía, no admite tiempos dubitativos ni elucubraciones existenciales. No es cierto que las ferias comerciales estén condenadas a desaparecer. Necesitan transformarse y adaptarse a las circunstancias de un mundo cambiante.

¿Pública o privada?. Es de inconveniente inutilidad seguir discutiendo acerca de la naturaleza, pública o privada, de una institución -Feria València—cuyos estatutos la definen como oficial, que se asienta sobre terreno público, que sus instalaciones son propiedad del Ayuntamiento de València , en la que los empresarios nunca aportaron un euro. Por encima de la cicatería y la miseria, supone la insustituible aportación de un servicio a los intereses generales de la economía y las empresas. Primero, como plataforma comercial para los intercambios de transacciones y oportunidades de negocio. No se trata sólo de comprar y vender, sino de establecer contactos y relaciones para intercambiar experiencias y conocimiento. Que den lugar a cooperaciones y sinergias. El entramado empresarial valenciano nunca podrá pagar ni agradecer suficientemente a Feria Valéncia su permanencia y el papel insustituible que ha desempeñado a lo largo de más de un siglo. Sin la participación de las empresas no hay Feria Valéncia, pero sin esta institución, que la iniciativa pública respaldó y financió, la realidad económica y empresarial valenciana, sería distinta. No habría conseguido la repercusión y la efectividad que alcanzó con el auge espectacular que exhibieron los certámenes internacionales en sus épocas de esplendor. Segundo, como motor de actividad que redunda en todos los sectores y subsectores ligados en el área metropolitana de la ciudad de València, al turismo de negocios: cultura, transporte, taxi, hoteles, espectáculo, restauración, ocio y comercio. Segmento fundamental y deseado para alejar a los operadores urbanos de las escasas expectativas del “turismo de calzón corto”. El que predomina en València, ligado al consumo en tabernas, pensiones y alojamientos de “bed and breakfast”, que dan a la urbe una imagen provinciana. Sin prestancia por su escaso nivel adquisitivo y elevado coste.

Dimensión. La Comunitat Valenciana acusa el solapamiento de València “cap i casal”, con su trascendencia autonómica. Ni sus agentes económicos ni sus gobernantes han sido capaces de encauzar y desarrollar adecuadamente la misión de la conurbación metropolitana que aglutina más del 20% de la población. Al tiempo que acumula el principal caudal financiero, económico, comercial, universitario, cultural, de conocimiento. Y el marco único idóneo para promover iniciativas y eventos con repercusión autonómica, española e internacional. Para las acciones que prestigian, se necesita contar con la suficiente masa crítica y la capacidad de movilización de público -en número y cualidad- para que fructifiquen y se obtengan resultados notables. En esa línea se encuentra la recuperación urgente de Feria València. Con la posibilidad que tiene de conseguirlo con plena adaptación a los tiempos innovadores y tecnológicos. Los que funcionan y triunfan en el resto del mundo. En torno a muestras y certámenes de impacto con futuro.