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Maite Fernández

Mirando, para no preguntar

Maite Fernández

Que sus nombres no se olviden

Alberto Sololuze, 62 años. Joaquín Beltrán, 51. Son los dos trabajadores sepultados por el derrumbamiento de una ladera en Vizcaya. Sus cuerpos enterrados por una montaña de más de medio millón de metros cúbicos de escombros. Sus nombres olvidados por los grandes titulares de la prensa nacional. Dos victimas anónimas condenadas a pasar desapercibidas entre el ruido de las sospechas de errores, mala gestión y los intereses políticos propios de una pre campaña electoral.

Hace ahora un año, el 26 de enero de 2019, en Totalán, Málaga, la guardia civil rescataba el cuerpo sin vida de un niño de 6 años del que todos recordamos su nombre: Julen. ¡Cómo olvidarlo! Vivimos la aventura de su rescate minuto a minuto. Toda España se volcó con la familia, con el pueblo de Totalán. Desde Asturias llegaron los mineros, expertos en adentrarse en el infierno. El Colegio de Ingenieros de Caminos dirigía el operativo. Militares retirados se presentaron voluntarios para ayudar a recuperar al pequeño. Guardia civil, protección civil… Más de 300 personas trabajaron sin descanso de día y de noche durante 13 largos días. Todos pudimos seguir, paso a paso, el angustioso rescate de un niño que cayó a un pozo una tarde de domingo. La montaña de Totalán se convirtió en un improvisado plató de televisión.

Han pasado 13 días desde que la montaña se viniera abajo en Zaldibar sobre la autopista que une Bilbao y San Sebastián. 13 largos días para las familias de Alberto y Joaquin, los dos desaparecidos en esta tragedia. Dos semanas en las que sus nombres apenas se han pronunciado de refilón. Medio mes en el que se ha ido poco a poco sembrando el virus de la desconfianza en la comarca. 13 días en los que la sociedad vasca continúa haciéndose preguntas sobre las causas y las consecuencias de este «accidente». 312 horas de inquietud e incertidumbre, de rabia contenida para los amigos, compañeros y sobre todo las familias de Sololuze y Beltrán.

¿Por qué sus nombres no nos resultan familiares, como nos sucedió con Julen? ¿Quizá porque son adultos? ¿Tal vez porque la noticia es más el accidente que su desaparición? ¿Acaso porque la sociedad vasca es más sobria que la andaluza? Posiblemente por todo ello, unido a que sobre esta tragedia sobrevuela el fantasma del «temor a lo desconocido». La contaminación en el aire se ha multiplicado por 50 y nadie confirma cuáles serán las consecuencias.

¿Qué ha pasado realmente? ¿Hasta cuándo tendrá repercusión en el medio ambiente? ¿Cuándo podrán estar seguros los eibarreses de que el aire y el agua no están contaminados? ¿Por qué suspendieron el derby de futbol pero permitieron que los niños del colegio San Lorenzo, próximo al vertedero de Zaldibar, acudieran a clase y jugaran en el recreo en el patio al aire libre? Son tantas las incógnitas que quedan por resolver, que sepultan aún más el recuerdo de los dos trabajadores enterrados entre el amianto y la tierra de un vertedero clave para los residuos industriales de papeleras, empresas de construcción y siderurgia.

El lehendakari Iñigo Urkullu se vio obligado a dar explicaciones ayer mismo ante la diputación permanente. Explicaciones sobre la gestión de esta crisis que tiene todavía muchos puntos que aclarar. ¿Por qué no se abrió expediente a la empresa desde el minuto uno? Un juzgado de Instrucción de Durango investiga dos posibles delitos contra la salud laboral y el medio ambiente por parte de la empresa Verter Reciclyng 2002. El Ejecutivo vasco ha contratado a una empresa holandesa para que evalúe como minimizar el riesgo de un nuevo desprendimiento. Mientras, dos trabajadores vascos siguen desaparecidos. Y sus nombres parecen olvidados.

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