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A vuelapluma

Zaplana, Cotino y la mentira

El día que desaparezcan las hemerotecas, el mundo habrá perdido orden y perspectiva. En el universo digital, la mezcla confunde y diluye, mientras que la jerarquía queda en manos de esos nuevos semidioses que son los motores de búsqueda y sus algoritmos, venerados y temidos. Ya no lo recordarán (yo tampoco), pero la hemeroteca enseña que el año de 2001 fue un momento de gloria para Eduardo Zaplana. ¡Qué época! Se había comido con patatas (electoralmente) a Unió Valenciana, había puesto los cimientos de una larga hegemonía de la derecha y allí donde iba le ponían la alfombra… Recibía medallas de instituciones europeas, recogía el premio al Éxito Inmobiliario (toda una premonición) de manos de Alberto Ruiz-Gallardón. Incluso presentaba en Madrid su primer libro, El acierto de España. La vertebración de una nación plural (ojo al título, hoy políticamente incorrecto para un líder de la derecha, por ambiguo con la demonizada plurinacionalidad, ¡qué tiempos aquellos de hombres de Estado liberales, que en esa carrera estaba el president!). El campeón de los presidentes saltaba fronteras aquellos meses y llegaba a Roma, con chaqué flamante a los pies del Santo Padre, en aquel magno acto de beatificación de 226 muertos por la fe en la guerra del 36 que brindó el arzobispo amigo del momento: la subida a los altares más masiva hasta la fecha, porque todo era enorme, superlativo y pionero en aquella C. Valenciana dorada por fuera.

Y en casi todos aquellos gloriosos acontecimientos tenía cerca a Juan Cotino, director general de la Policía Nacional entonces y contrincante interno número uno en el PP valenciano como cabecilla del ortodoxo sector cristiano, poco afín de las liberalidades de Zaplana, que incluso colocaba por esos días a un exsocialista de tercera vía (Rafael Blasco) al frente de las políticas sobre familia.

En 2001 no se había inventado el concepto de posverdad, pero ya se practicaba. También en eso éramos avanzadilla. Mientras Zaplana y Cotino alimentaban esa apariencia de rivalidad pública, ahora sabemos que por esas fechas (eso afirma un denso sumario judicial abierto veinte años después), el político más católico del PP valenciano se valía de su cargo en la Policía para sortear fronteras como si nada y expatriar 607.022 euros a ese pequeño y paradisiaco país que es Luxemburgo. Con ese fondillo se constituiría Imison Internacional SA, la nave nodriza de todo el imperio de satélites del mal que el clan de Zaplana diseminaría hasta por 14 países para ocultar más de 19 millones de euros obtenidos de comisiones de grandes concursos públicos de la Generalitat (ITV y Plan Eólico, aunque no todo salió de ahí). Eso dice el sumario y el exministro ya sabe lo que son hoy en día las corrientes de opinión.

Válgame de restar relevancia a asuntos judiciales como los del exalcalde alicantino Echávarri o el concejal valenciano Fuset, que la tienen, pero cualquier comparación con el escándalo Zaplana, una historia de veinte años de enriquecimiento y ocultación financiera a partir del dinero de mordidas (eso dice la Guardia Civil tras las confesiones, entre otros elementos, de viejos colaboradores internacionales del clan), produce rubor. También en esto fue el campeón. Si se añaden casos Blasco, Gürtel, Brugal y visita papal (por citar algunos) la conclusión es desoladora. Pero ya hemos visto que la memoria dura poco en estos tiempos, como si la actualidad, tan necesitada de alimento informativo, devorara el pasado cercano. Habrá que abrir 24 horas las hemerotecas.

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