Hace unos años, invitado por el PSPV, di una charla en su sede de la calle Blanquerias sobre la movilidad urbana sostenible y sus retos. Tras mi charla conocí al ahora ministro Ábalos que dió un pequeño discurso que me gustó por lo politizado e ideológico y en el que corroboraba mis afirmaciones entorno a cómo la sociedad o la realidad no se entendían en función de mecanismos racionales o científico-técnicos sino en función de la influencia de determinados lobbies económicos, en ese caso los ligados al automóvil. Hoy, con Ábalos de ministro, no podría decir lo mismo sobre su discurso. En verdad esperaba más de él. Hasta ahora y como militante de una asociación ecologista tenía ciertas esperanzas en que su nombramiento traería cambios al ministerio de Fomento, pero los hechos no han pasado más allá de un cambio de nombre. Durante su primer año con un gobierno interino le había dado mi voto de confianza, pero ahora con ministerio con un nuevo nombre no puedo más que sentirme profundamente decepcionado.

No sé si todo cambiará cuando deje de perder el tiempo defendiéndose de las polémicas suscitadas por la derecha entorno a sus conversaciones con ministras bolivarianas que no importan a nadie en este país o, si por desgracia para el planeta, Ábalos ha llegado para hacer lo mismo que hicieron todos sus predecesores hasta el momento: plegarse a los intereses de los lobbies del asfalto, del petróleo y del automóvil (y ahora del Puerto).

Estar ahí arriba y desoírlos debe ser difícil, pero alguna vez habrá que hacerlo y después de 100 años haciéndose políticas para su beneficio, que no el de la sociedad (aunque parte de ésta como en el mito de la caverna de Platón crea que las sombras que ven han de ser por fuerza la realidad y la sociedad del automóvil la única y verdadera) hemos llegado a un punto en que la naturaleza nos está marcando el camino: «o paráis el carro (coche) o el planeta se va a la mierda».

Llevamos décadas en que la gente se ha reído no solo de los ecologistas sino de los científicos, pero ahora son las olas de calor, los incendios en Australia, la borrasca Gloria y otras muchas que llegarán, las que se están riendo de nosotros. Ningún gobierno serio y responsable (los de derechas a pesar de elementos aislados en sus filas como González Pons al menos en España nunca lo han sido) puede obviar los efectos del cambio climático y las leyes de la naturaleza. Nunca habrá futuro si nuestra economía no respeta las leyes naturales.

Pedro Sánchez así lo ha visto y por ello ha declarado después de que lo hiciera el Consell el estado de emergencia climática, pero hasta ahora y a pesar de la presión de sus socios del ala izquierda, Compromís y Podemos, no han pasado de las palabras a los hechos, incluso peor, han seguido haciendo políticas claramente contradictorias con la emergencia climática. Hagamos un repaso de los últimos meses: mientras el ayuntamiento de València se esfuerza en potenciar la movilidad sostenible, el ministro Ábalos da vía libre a la ampliación de la V-21 de entrada a València y esta misma semana para rematar faena, se anuncia el comienzo de la ampliación del bypass. Mientras se da vía libre al asfalto y al coche y al camión, silencio o falta de iniciativa respecto a una ampliación desproporcionada del puerto de València que afectará sin ninguna duda a las playas y al ambiente marino y que traerá después la necesidad de construir más carreteras (incluso debajo del mar frente a la Malvarrosa como reza un proyecto que baraja la cúpula empresarial) y todo ello enmarcado en un mundo lleno de incertidumbres donde el comercio internacional es tan cambiante como las epidemias de gripe que hay en China.

Pero no solo ese ministerio sigue metiendo asfalto y coches y camiones en nuestras ciudades y campos, sino que además no ha hecho absolutamente nada para revertir la situación que vive el transporte público ferroviario de cercanías o de mercancías con tal de ofrecer en igualdad de condiciones que con la carretera la posibilidad a ciudadanos y empresas de usar un medio más amigable con la naturaleza. A pesar de las palabras del ministro que dijo que la era del AVE había terminado y ahora llegaba el tiempo del tren de proximidad, la realidad es que son las obras ligadas a proyectos de alta velocidad las que siguen su curso y las Cercanías y especialmente las valencianas van de mal en peor.

No sé si Ábalos acabará poniéndose las pilas solo, pero si no lo hace es responsabilidad de Pedro Sánchez el hacérselo ver, pues el pilar angular de su campaña electoral y de su política se basa en la solución a la emergencia climática en que vivimos y todavía el Gobierno de España no ha tomado medida alguna en ese sentido, más bien lo contrario.