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Al margen

Voces que no pesan

Una de las primeras desigualdades de las que me percaté siendo todavía pequeña fue que las informaciones no valían ni valen lo mismo. Es decir: me di cuenta rápidamente de que la opinión de un adulto valía mucho más que la de un menor. Si un mayor decía X, era X, mientras que la del niño o niña podía y puede ser cuestionada al haberse generado -supuestamente- en un universo infantil repleto, ya se sabe, de ensoñaciones, imaginaciones e incluso mentirijillas a las que no hay que hacer demasiado caso. ¿Cuantos abusos han salido impunes tras este argumentario atroz?

Más tarde (esto ya me costó un poco más porque en este aspecto todo es más sutil), entendí también que las opiniones de las personas varían en función del género. He participado en numerosas reuniones donde mujeres han expuesto ideas y propuestas brillantes que solo se han adoptado cuando han venido reforzadas por la aprobación masculina. Algo así como un visto bueno paternal y sensato.

He presenciado situaciones donde se ha desacreditado la opinión de una mujer por el simple hecho de denunciar que en ciertas actitudes laborales o personales se escondían o esconden tufillos machistas. Es más fácil intentar restar valor a la información que aporta esa mujer colgándole la etiqueta de 'feminista' o la de 'siempre con lo mismo', que aceptar el error una determinada conducta impropia o desafortunada.

Por eso debo confesarles que no me ha sorprendido para nada todo lo que ha sucedido alrededor del caso Plácido Domingo. Para nada. Tristemente, es una historia de manual. Mujer denuncia, informa, da su opinión, comenta, propone un hecho. Su palabra no es nada, apenas pesa lo que una pluma. Varias mujeres denuncian varios hechos. Da lo mismo: varias voces de mujeres no valen lo mismo que una sola voz - sea de tenor, barítono o desafine- de un solo hombre. Muchas personas -hombres y mujeres- así lo creen y apoyan al hombre sin fisuras, sin cuestionar y sin proporcionar un ápice de credibilidad a lo que dice la mujer. Pasa el tiempo y los hechos van demostrándose veraces. Lo que dicen ellas que hizo él es verdad. Él está acorralado y antes de que se sepa, sale adelante y pide perdón. Ellas tenían razón pero quienes defendieron al agresor no abren la boca. Porque saben que no todas las voces valen lo mismo. Ellos lo saben. Yo lo supe desde que era pequeña. Y todas las mujeres también.

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