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A vuelapluma

Alfons Garcia

Con todos mis prejuicios

Javier Maroto le dice en el Senado a Pedro Sánchez que ha hecho de la mentira su forma de hacer política (a cuenta de lo de José Luis Ábalos y Delcy Rodríguez, por supuesto). Sánchez acusa al vasco Maroto de empadronarse en un criadero de búfalos de un pueblo remoto de Segovia (para ser senador). La bancada popular pide la dimisión a gritos al día siguiente de Ábalos en el Congreso. El ministro grita más alto para replicar que hablan de mentira quienes intentaron engañar sobre la autoría del peor atentado en la historia de España. Un titular de prensa (conservadora) un día después: «El viaje en jet de Sánchez equivale a cortar 15 árboles». Otro, esta vez por boca del ubicuo concejal de València Giuseppe Grezzi en el plenario municipal: «Es muy denigrante que haya tenido más portadas que Zaplana y Cotino» (¿cuándo puso en marcha el contador?). La exsecretaria general del PPCV Adela Pedrosa acusa al Gobierno durante el pleno del Senado de dar cobertura a los abusadores de menores con sus leyes (a cuenta de los casos de Baleares y del protagonizado por el exmarido de Mónica Oltra en València).

Todo eso ha pasado en la semana política. Si se une al espectáculo de la anterior en el último pleno de las Corts, con cruce exaltado de insultos, no queda templo de la democracia indemne, del estatal al municipal. Ha habido broncas parlamentarias en el pasado. Lo preocupante es la universalización del exabrupto como hábito de comportamiento en las cámaras de representación. Para hacérselo mirar. Podríamos comparar con periodos históricos de triste recuerdo, pero que cada generación cargue con el peso de sus acciones. Ha habido otras épocas que demuestran que la incapacidad para el entendimiento no es un rasgo genético.

En todo caso, unas precisiones. Punto 1, el Gobierno de España ha gestionado de pena todo lo sucedido en torno al aterrizaje en Barajas de la dirigente chavista y la presencia allí del ministro. Punto 2, al Gobierno valenciano le conviene alguna aclaración más sobre la gestión del caso de abusos a una menor tutelada en un centro de la Generalitat después del severo informe de la Fiscalía sobre la actuación pública en unos hechos en los que el agresor era el entonces marido de la titular de la conselleria. Punto 3, todo ello no justifica la pendiente de desenfreno y bajeza verbal (rayando la zafiedad) por la que anda cayendo la política estos días.

Decía Rafael Sánchez Ferlosio que los mítines electorales avivaban todos sus prejuicios contra la democracia de partidos. Por la forzada unanimidad incondicional de los asistentes. Los parlamentos eran supuestamente otra cosa: escenarios del diálogo y la confrontación de ideas, ágoras con moqueta, lugares para la disidencia tranquila, aunque la disciplina de partidos haya dejado esto último en un fenómeno extraño. ¿Habrá que universalizar los prejuicios también?

Ahora que las coaliciones de gobierno nos enseñan a convivir con las discrepancias internas (aseguro que no es sencillo), la dinámica de bloques ha exacerbado el enfrentamiento parlamentario. ¿Todo por la nueva extrema derecha? Sería demasiado sencillo cargarles con una responsabilidad que antes es de todos.

Que este país es algo mejor que todo ese ambiente político lo demuestran profesionales como el médico Fernando Simón. Lleva semanas dando la cara en la crisis por el coronavirus sin una salida de tono ni un desliz. Su presencia transmite rigor y tranquilidad sin afán de protagonismo allí donde es tan fácil propagar la alarma.

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