Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Buena onda

València en Berlanga, Berlanga en València

Tres de las películas de Luis García Berlanga figuran por sistema en los rankings que, periódicamente y por los motivos más variopintos, se publican sobre la filmografía del cine español. Bienvenido Mr. Marshall, El verdugo y Plácido componen una trilogía tan poderosa como para definir por si solas una manera peculiar de hacer cine. Y de reflejar la realidad.

Junto con Luis Buñuel y Pedro Almodóvar, Luis García Berlanga es uno de los grandes creadores del cine entendido éste como un medio idóneo para fabricar realidades que acaban produciendo identidad. Uno de los grandes del cine español y del europeo si abrimos el enfoque.

El cine de Luis García Berlanga es algo más que un conjunto de películas con mayor o menor éxito, con mayor o menor calidad estética o con mayor o menor capacidad de influir en la manera de hacer cine de las generaciones posteriores. El cine de Berlanga, en las películas citadas y en muchas otras de su filmografía, es una lectura de la manera de vivir y de la idiosincrasia de la sociedad española durante el franquismo y durante la Transición llevado a la pantalla con tal magisterio que logra hacer que ese reflejo de la realidad sea más poderoso, más verosímil, que la realidad misma.

Hay más verdad en la ficción de Berlanga que en muchos documentales. Los personajes, las situaciones y las peripecias del cine de Berlanga son una dimensión predominante de la identidad de la España del siglo XX.

Berlanga consiguió ese nivel de excelencia combinando magistralmente el neorrealismo llegado a España de la mano de Cesare Zavattini, el anti heroísmo irónico de los guiones de Rafael Azcona, la poderosa tradición de la picaresca y una estética visual.

Sin embargo, ese cóctel no habría cuajado sin el humor irónico, carnavalesco, fallero, que Berlanga había mamado en las calles y en el ámbito de la cultura popular valenciana.

Si tuviéramos que hacer, cosa que no es tan frecuente, un ranking del patrimonio cultural valenciano, el cine de Berlanga ocuparía, al menos en mi opinión, un lugar tan destacado como las novelas de Blasco Ibáñez o la pintura de Joaquín Sorolla. Aunque València no sea directamente ni el referente de sus argumentos ni la ubicación de los personajes o las tramas. Tengo la impresión además que ésta es una convicción de muchos que está muy arraigada aunque sea hasta cierto punto inconsciente.

Tal vez por eso y por la necesidad imperiosa de dedicar una parte de nuestra atención a las conmemoraciones, a los «días de», a los «años especiales» a los «focos en», las primeras semanas del 2020 han llegado con una batería de anuncios vinculados a la conmemoración del centenario de Luis García Berlanga en el 2021.

Iniciativas que van desde las de la Academia de Cine, en cuya Directiva Sol Carnicero actúa desde hace años como una infatigable defensora de la memoria de Luis, hasta la declaración de las Cortes Valencianas del 2021 como «Año Luis García Berlanga» pasando por otros emprendimientos de mérito como los de la Cátedra Luis García Berlanga del CEU, el documental que dirige Rafael Maluenda y produce Eva Vizcarra o el impulso al Museo digital LGB.

Habiéndose presentado con una antelación suficiente y suponiendo que una declaración tan solemne como la de las Cortes valencianas asegura ciertos fondos a las iniciativas que puedan ponerse en pie, doy en suponer que los cien años del nacimiento de Berlanga servirán para destacar los méritos de su peripecia creativa, poner al alcance de las gentes de hoy su cine o recomponer, de cerca o de lejos, el peculiarísimo deambular por la vida pública de Luis, un personaje tan contradictorio como vitalista, dejando todo ello la certeza de que son las personas como él las que crean el sistema de espejos colectivos que las gentes de a pie usamos para reconocernos.

Incluso en una época con enorme proliferación de espejos deformantes como la que dominan las redes sociales y el voraz instinto del chismorreo, el postureo y selfitón.

Con una mirada circular, no está de más sugerir que ese año Berlanga -que al parecer tendrá una entrada espectacular con un homenaje a Luis por la gente del cine en la gala de unos Goya 2021 venidos a València de la mano del Ayuntamiento—dedicara una atención especial a la difusión de su obra en las escuelas y los institutos. Tal vez incluso con una edición piloto de lo que podría quedar como un programa de Cine y Escuela, con la colaboración entre Academia y Generalitat y buscando el apoyo financiero del programa Media de la Unión Europea. Berlanga es también patrimonio de la cultura europea.

Y aún más que se aprovechara al máximo la memoria Berlanga para la proyección exterior de la cultura valenciana. Conseguir que el valor Berlanga figure como un gran activo de la marca València Comunidad Cultural.

Diseñar un buen proyecto para el Instituto Cervantes, -con el que la dirección general de Patrimonio tiene firmado un convenio de colaboración-, y explorar otro con Acción Cultural Española, se nos aparecen a día de hoy como dos acciones idóneas para potenciar el rendimiento máximo de un Año Berlanga que los profesionales valencianos del audiovisual observan como una gran oportunidad para dar el salto adelante que se viene anunciando desde hace ya unos cuantos años. Dicho sea sabiendo que no fueron años que tuvieran a Berlanga en su santoral.

Compartir el artículo

stats