¿De qué hablamos y sobre todo, de qué no hablamos cuando lo hacemos sobre el feminismo interseccional? No tenemos la receta de la interseccionalidad, pero compartimos ese primer y revolucionario paso que se refiere a la necesidad de que las mujeres presentes en todos los ámbitos de la sociedad, tomemos conciencia no solo de las opresiones que nos atraviesan sino también de nuestros privilegios. Creo trata de un importante cambio cultural que el feminismo debe plantearse, una comprensión interseccional de los ejes de opresión social, el sexo, el género, la clase, la racialización, la diversidad funcional... Sólo si somos humildes y tratamos de reconocer la experiencia de vida y la historia social de

otros grupos oprimidos llegaremos a reconocer otras verdades, otras realidades sociales que afectan a las mujeres y abordarlas políticamente.

Las mujeres con diversidad funcional nos enfrentamos a realidades específicas como mujeres especialmente vulnerables, algo que ya hace tiempo que hemos conseguido visibilizar, lo que ha impulsado acertadamente la introducción de medidas concretas en las políticas públicas de género. Es necesario avanzar en esta línea para dar respuesta a las violencias machistas que se ejerce contra nosotras, así como otras violencias relacionadas con nuestra salud sexual y reproductiva.

No puedo olvidar a Carla -sabéis que le he cambiado el nombre- una mujer con (dis)capacidad intelectual que tiene cuatro hijos dados en adopción fruto de varias violaciones. Proponen la solución de la esterilización forzada, en vez de poner el foco en los violadores de mujeres, en este caso, en situación de vulnerabilidad máxima. Hoy es más necesaria que nunca la Ley de Libertad Sexual.

Por tanto, hay que proseguir si ya se hace en algunas políticas públicas, y añadir si no se hiciera, con la perspectiva de la diversidad en las políticas feministas. Todo ello promoviendo la extensión de un nuevo marco cultural en nuestra sociedad, una visión integral y sistémica de las estructuras de opresión, donde no siempre el eje género es la suprema opresión en las mujeres con diversidad. Diversas somos todas. No podemos obviar que muchas de las opresiones y violencias que vivimos no vienen de la mano del género sino del capacitismo. Es posible que para muchas de nosotras, como pueda ocurrir con las mujeres racializadas, el género no sea nuestra principal opresión. La sociedad no

sólo es estructuralmente machista, también lo es capacitista.

Nos sabemos legitimadas para reivindicar nuestra verdad, nuestra experiencia de vida y la de generaciones de personas con diversidad funcional y organizaciones y movimientos sociales que trabajan en ello. Necesitamos no ser un apellido, una subcategoría. Y necesitamos avanzar no en un feminismo interseccional que acaba siendo una trampa, sino en una visión multidimensional de las opresiones.

Tenemos el reto de que las políticas públicas que promuevan la ciudadanía de las personas con diversidad funcional dejen de ser un área marginal o secundaria en nuestro tablero político. La diversidad funcional siempre ha sido la hermana fea de los movimientos sociales, arrastrando aún el estigma de la deficiencia, el paternalismo y la condescendencia. El partido y la militancia, las personas que damos forma y vida a este proyecto social, podemos ser el espejo de una nueva cultura política hacia las personas con diversidad funcional si desplazamos nuestros centros de interés y asumimos como propia su lucha.