La entidad Agroseguro organizó un encuentro sobre la relación entre el cambio climático y los riesgos agrarios, y por tanto, los seguros. En el mismo tuve la oportunidad de desarrollar el estudio elaborado por el Laboratorio de Climatología del Instituto Interuniversitario de Geografía de la Universidad de Alicante, junto a mis compañeros Samuel Biener y Javier Martí sobre los impactos del cambio climático en las provincias de Alicante, Murcia y Valencia sobre ciertos cultivos arbóreos. Moderados por Jonathan Gómez Cantero, tuvimos la oportunidad de compartir opiniones con los autores de otros trabajos como los de D. Antonio Ruiz de Elvira (Universidad de Alcalá de Henares) «Estudio climático de la modificación de las tendencias de fenómenos extremos, proyecciones y sus efectos en el seguro agrario combinado» o el de Dª Margarita Ruiz Ramos (CEIGRAM) «Estudio del riesgo de pedrisco para frutales en Huesca y Lérida: análisis del riesgo, tendencias y cambio climático». Las principales conclusiones que extrajimos fueron que las tendencias en temperatura son relativamente fáciles de extraer y también lo pueden ser las posibles consecuencias en los cultivos. Un aumento de las temperaturas medias y una bajada por ejemplo de las horas de frío puede suponer un menor cuajado de los frutos en algunos puntos que ya está al límite, pero también puede dar la falsa creencia de que se pueden extender cultivos tropicales, por ese aumento de las medias, que no debe obviar el hecho de que las heladas se van a seguir dando en días puntuales y van a dar muchos problemas a los cultivos. Con respecto a las precipitaciones no conviene insistir en una disminución general de las mismas sino más bien en un ritmo distinto a nivel peninsular, más mediterráneo, menos días de lluvia con lluvias torrenciales y más días seguidos sin precipitación. Eso puede ser sobrellevado por cultivos arbóreos mediterráneos, pero lo van a llevar peor los cereales o ciertos pastos. A eso se pueden sumar más opciones de torrencialidad con granizo. Algo similar se puede dar con el viento, una bajada de la velocidad media puede enmascarar, en algunos casos, un aumento de las ráfagas máximas, que son las que causan daños. En definitiva, el riesgo para la agricultura puede aumentar si aumentan los eventos extremos fuera de época y hay que articular soluciones integrales al sistema, como apuntó mi colega Margarita Ruiz, en las que una mayor rentabilidad de los cultivos permita al agricultor derivar una parte de sus ingresos en contratar una póliza, porque en la situación actual esto no va a ser viable.