Hay cierto enfado en cierta izquierda y mucho recochineo en la derecha, opuestas sí, pero coincidentes en afear las últimas decisiones de la cúpula de Unidas Podemos sobre retribuciones, acumulación de cargos y duración de los mandatos, aunque no llega ni de lejos al escándalo del episodio de Galapagar.

Contraponen los que justifican la decisión algo que está muy puesto en razón y es que ahora que están en un gobierno de coalición, y por si acaso se prolongase el experimento otra legislatura, resulta imprudente cambiar al líder, que lleva seis años, que doce son poco y que incluso veinte años no es nada. Dejémoslo en indefinido. Dicen los analistas que Pablo Iglesias no quiere perpetuarse, pero sí quiere colocar a la cabeza a alguien de su confianza, es decir, a Irene Montero.

Esta, a su vez, afirma que ahora que ha subido el salario mínimo, es mejor cobrar más de tres, porque mucha gente no donaba? Una es muy torpe, claro, pero no entiende el razonamiento. Mas será que para los suyos habla con claridad meridiana, pues la presente dirección se encamina a Vistalegre 3 con nula contestación. Se nota que agarrar poder a manos llenas es el mejor bálsamo anticríticas, aunque se haya llegado a él con un apoyo popular muy mermadito.

Ramón Espinar, exmando represaliado o disidente, que una no lo sabe, ha lamentado la decisión pues afirma que es amputar dos elementos centrales de la ética política sobre la que se fundó Podemos y destacando que no se trata más que de principios. Juzgue usted que me está leyendo si es eso o es falta de los mismos.

La derecha, por otro lado, se ha apresurado a burlarse en redes sociales del cambio de criterio, a llamarlos casta y a cargarse de razón.

Uno, más conservadora que otra cosa, no lamenta que los que no tomaron el cielo por asalto y sí con pactos actúen como personas pequeñoburguesas que es lo que siempre han sido. Y comprende que quienes forman parte del gobierno y al mismo tiempo desde él animan a manifestarse contra el mismo, hagan de la inconsecuencia su forma habitual de proceder. Es que no podía ser de otra manera.