Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tierra de nadie

Ánimo, ancianos

Hace un par de semanas, quizá menos, se nos informó a los contribuyentes sobre la inconveniencia de cerrar los colegios, ya que el virus no les provocaba a los niños daño alguno. Lo transmitían, claro, pero a padres por lo general jóvenes y fuertes que se defendían de él sin padecer, salvo excepciones, de síntomas muy escandalosos. Por el contrario, la suspensión de la actividad escolar implicaría que los críos quedarían a cargo de los abuelos, que es la población diana del Covid 19, el sector de riesgo. De hecho, la inmensa mayoría de los que han fallecido hasta ahora eran ancianos. Por si fuera poco, añadía el portavoz de la cosa, esos niños saldrían a los parques o irían al supermercado de la mano de sus yayos y yayas exhalando el virus por donde quiera que pasaran. Actuarían como propagandistas, en fin, o como centrifugadores del patógeno.

Conclusión: donde mejor estaban era en el colegio. Solo había que proteger de los productos de sus estornudos, con la indumentaria adecuada, al profesorado.

Luego, en un día, el criterio cambió. Se suspendieron las clases en Madrid y en determinadas localidades del País Vasco, de modo que a estas horas una cantidad enorme de niños asintómaticos, aunque posiblemente infectados, se encuentran ya en los domicilios de sus abuelos a quienes besuquean y tocan sin límites de horario. A media mañana, los viejos se los llevan al parque, donde los pequeños se infectan y reinfectan unos a otros sin más barreras que las de la suerte. Los que estaban bien y que ahora llevan ya el bicho dentro, volverán a la casa de las personas mayores y contaminarán cuanto toquen, incluido el jabón.

Significa que las autoridades sanitarias explicaron mejor por qué los colegios deberían permanecer abiertos que por qué ha sido conveniente cerrarlos. De hecho, no han explicado el porqué de la clausura. Estas contradicciones penetran en el estado de ánimo del contribuyente en forma de duda.

¿Sabrá esta gente lo que hace?

Conocemos personas que hablan y hablan sin saber lo que dicen. Las personas que hablan sin saber lo que dicen actúan con frecuencia también a tontas y a locas. Las autoridades sanitarias deberían cuidar más su imagen. En todo caso, ¡animo, ancianos!

Compartir el artículo

stats