Vaya por delante que tengo miedo, como la mayoría de todos nosotros. Tengo miedo por este nuevo virus y sus efectos, pero también por la pandemia de psicosis que nos ha invadido, la cual está provocando el irracional desabastecimiento de geles desinfectantes, mascarillas, papel higiénico e incluso algunos alimentos. El coronamiedo es mucho más perjudicial y letal que cualquier otra enfermedad, algo que hemos podido comprobar de primera mano los valencianos y valencianas con la suspensión de las Fallas, con su dramático impacto social y económico de nuestra tierra.

En este escenario, los que tenemos la suerte de poder asomarnos periódicamente en los medios de comunicación para dar nuestra opinión, corremos el riesgo de equivocarnos, pero creo que tenemos una gran responsabilidad frente a los lectores y el conjunto de la ciudadanía, algo que los escampanoticias sin contrastar e incluso muchos profesionales de la información han olvidado en estos días.

Estamos en un punto donde necesariamente tenemos que seguir confiando en la información oficial que se nos suministra, puesto que hacer lo contrario nos haría caer en el mundo de la pura especulación y la confianza en los bulos que van circulando por las redes sociales. Quiero creer más en la experiencia del experto epidemiólogo y director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, que saltó a los medios con las alertas sanitarias de la gripe A o el ébola, que en esos mensajes de voz que circulan por los WhatsApp que sólo buscan inquietar y alarmar a la población. Quiero creer en esos profesionales de la sanidad que dan la cara, que nos cuidan y que nos piden que les ayudemos para no colapsar el sistema.

Con ello no pretendo minusvalorar los efectos del coronavirus y mucho menos que mi postura pueda parecer un refrendo incondicional a las medidas del Gobierno. Desde mi punto de vista, hemos pecado de falta de decisión política para afrontar esta crisis en sus inicios y eso nos va a pesar, tal y como nos está recriminando la OMS. Lo razonable hubiera sido bloquear inmediatamente la entrada de personas, en el mismo momento en que el virus llegó a Europa, algo que todavía no hemos hecho, y que además, ahora debería extenderse a los desplazamientos de zonas de riesgo dentro de nuestro país. Si nos fijamos en Italia, tenemos 10 días de diferencia para anticipar medidas drásticas que eviten la paralización definitiva de España, lo que llevaría a la ruina a miles de autónomos, negocios, pymes y empresas. No estamos en el momento de lanzar recomendaciones, hay que tomar decisiones contundentes y los ciudadanos debemos ser responsables.