Nos encontramos ante la mayor crisis sanitaria del siglo XXI. Una epidemia mundial que ha contagiado a más de cien mil personas y para la cual todavía no existe una vacuna. El escenario que se ha dibujado en las últimas semanas ha alarmado a gran parte de nuestra sociedad. Una alarma que no debe derivar en pánico pero que nos mantiene en alerta. En situaciones de crisis es cuando sale a la luz el alma y la preparación de nuestros pueblos para hacer frente a amenazas externas.

La suspensión de las Fallas y de la Magdalena ha sido una decisión muy difícil. No es nada fácil tener que aplazar unas fiestas que devuelven la vida, que generan espacios de encuentro comunitarios y que llenan de contenido nuestra identidad como pueblo. Pero es una decisión responsable, que da una respuesta a la altura de las circunstancias.

Estamos en una batalla contra un virus muy contagioso. En la primera línea de esta batalla se encuentra nuestro personal sanitario y nuestro sistema de salud público.

Uno de los mejores escudos que tenemos como sociedad. Un escudo que nos recuerda la importancia de tener un sistema de sanidad bien dotado y de calidad. Los que recortaron en sanidad anteponiendo los intereses privados de algunas empresas hoy están en silencio.

En momentos como el que vivimos ahora es cuando más se expresa la necesidad de disponer de un sistema público de salud. Nadie querría vivir en Estados Unidos en la vorágine de una epidemia mundial.

La sanidad pública es nuestro mejor escudo. Pero no el único. Esta batalla contra el coronavirus es una batalla colectiva, en la que el conjunto de la ciudadanía está implicada. Depende de todos ganar a una epidemia.

No será fácil, exigirá de mucho trabajo, de muchos esfuerzos y de muchos sacrificios. Pero estamos sobradamente preparados para hacer frente a una amenaza de este tipo. Y lo que es más importante, esto nos reforzará como sociedad y como pueblo.

Hemos logrado contener en un primer momento la expansión acelerada del coronavirus. Puede que, como ha ocurrido en China, tengamos que pasar a una segunda fase de mitigación en las semanas que vienen.

Estamos a las órdenes de los científicos y técnicos que disponen del saber para combatir con eficacia esta situación.

Los virus no entienden ni de ideologías ni de partidos ni de género ni de razas. Todos estamos en el mismo bando, el bando de la vida. Hoy somos un poco más abanderados de la vida, personas que se saben frágiles individualmente pero que en colectivo somos capaces de lo mejor.

Aunque estemos en una situación de crisis, también estamos en una situación de oportunidad. Una oportunidad para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de anteponer los intereses generales y el bien común a los intereses particulares. Una oportunidad para demostrarle al mundo que unidos somos más fuertes y que unidos somos capaces de hacerle frente a cualquier adversidad. Una oportunidad para demostrar nuestra responsabilidad y nuestra valentía.

En definitiva, una oportunidad para salir más fuertes como pueblo que mira al futuro con decisión y esperanza.