Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sí hay enemigo pequeño

Les confieso que me hice periodista para ser reportera de guerra. Así, como lo leen

Les confieso que me hice periodista para ser reportera de guerra. Así, como lo leen. Con mi poco más del 1,55 y sin mucho más mundo en ese momento que el que separa mi pueblo de la Universidad, no me veía escribiendo en otro lugar que no fuera una trinchera mientras oía pasar las balas cortando el viento cerca de mi cabeza. Había leído a Kapuscinski. Había visto en la tele a Diego Carcedo y a Carmen Sarmiento, entre otros grandes informadores de los que decir que se habían curtido en mil batallas no era una frase hecha. Y no entendía que mi vida discurriera por otros derroteros que no fuera seguir sus pasos. Cuando tienes la edad en la que yo fantaseaba con dedicarme a ir saltando de conflicto en conflicto para poder contárselo al mundo te crees inmortal. Nada te puede hacer daño y mucho menos matar.

Todavía con las ganas vivas de conocer de cerca las guerras comencé a trabajar por estos lares justo cuando un grupo islámico radical se dedicaba a decapitar en Argelia a todo el que se encontrara a su paso. Recuerdo que alguien planteó ir al país para hacer una serie de reportajes y, conocedor de mis veleidades, sugirió que fuera yo. Recuerdo eso y la punzada de miedo que me atravesó el estómago. Eso era una guerra, estaba claro, pero ya no tenía ganas de verle la cara de cerca. Ni a esa ni a ninguna. Incluyendo la que estamos sufriendo ahora. Una contienda en la que, a diferencia de otras, no hay balas que silben ni cuchillos que corten cabezas. En esta el enemigo es diminuto, tanto que ni se ve. Tan imperceptible que por momentos cuesta creer que esta pesadilla sea real. Pero lo es. Y, como en toda pelea, tenemos que combatir para poder contarlo. Porque en contra de lo que nos han dicho, sí hay enemigo pequeño y, ya puestos, me encantaría escribir que entre todos lo hemos derrotado.

Compartir el artículo

stats