Parece que estos días mucha gente está leyendo La peste de Albert Camus. Creo que es una de las mejores propuestas para estos días insólitos que estamos viviendo. Pero añadiría Pin pan pun (Jeux de massacre) de Ionesco, porque es una mirada más grotesca, y, por tanto, complementaria. Pero antes, habría que reencontrarse con Zaratustra, el reconocido personaje de Nietzsche que nos alumbró sobre el esfuerzo de hacer consciente al ser humano de su condición, de inculcarle de nuevo el perdido sentimiento de asombro cósmico; zarandearle de una existencia trivializada, mecánica, complaciente y falta de dignidad, es decir, encararse a la vida en su última e inflexible realidad.

Hemos redescubierto la fragilidad, en un momento en el que se precisa, aparte de las necesarias soluciones científicas, sanitarias, económicas y políticas, la lucha del doctor Rieux, protagonista de La peste. Una lucha heroica y trágica. A pesar del sufrimiento y el absurdo de la situación, no por ello deja de luchar, ni de piropear a la vida, ni de vivir una sensación solidaria con los semejantes y también vividores de la misma situación, de la misma condición humana. Rieux es un rebelde que ejerce de humanista a partir de la experiencia del absurdo; no claudica ante la realidad, exige el reconocimiento del valor de la persona y reclama la justicia apasionadamente. Con esta novela, Camus rompió las fronteras políticas, culturales e incluso de civilizaciones para hablar de «lo humano».

Hoy podemos estar más o menos de acuerdo con su visión de la vida, pero su obra aporta un necesario papel humanista, donde sobresale el lado honesto y solidario; un punto que habría que remarcar ante un tiempo cada vez más polarizado en el ámbito político y en el que triunfan cada vez certidumbres simplistas como «America first». Eso sí que es absurdo en un mundo irremediablemente globalizado como demuestra la actual pandemia vírica.

Camus nos sigue proponiendo una reorientación del humanismo: la conciencia de estar perteneciendo a un destino común, de formar parte de la unidad del género humano vulnerable. La solidad surge a través de una relación comunicativa basada en una condición existencial común. Algo tiene que cambiar de nuestro modo de vida ahora que se ha mareado el sistema político, económico y social. Una ética universal de valores (sentimental).