Después del último temporal que ha azotado las playas de la Comunidad Valenciana hemos empezado a escuchar voces que abogan por la deconstrucción del territorio litoral haciendo responsable de los daños a los desmanes del proceso urbanizador de la costa de los últimos decenios. En nombre del desarrollo se han trazado paseos marítimos sobre las crestas del primer cordón dunar para, acto seguido, urbanizar arrasando el campo dunar al completo. El mordisco del temporal Gloria en algunas propiedades ha dejado al descubierto, a vista de dron, las hoy apreciadas arenas que yacen bajo las construcciones de primera línea.

Consciente del deterioro de la costa, viendo cómo su paseo marítimo es destruido una y otra vez por el oleaje, y cómo las arcas municipales se desangran en sucesivas reconstrucciones, el alcalde de Bellreguard de manera bienintencionada y valiente, ha planteado a sus vecinos la conveniencia de que el municipio renuncie a su paseo marítimo a favor de la recuperación del espacio dunar destruido.

Al mismo tiempo, escuchamos voces contrarias a intervenir en la costa con actuaciones de ingeniería confiando en que la recuperación natural de los espacios costeros sea suficiente para restaurar el equilibrio perdido.

En medio del temporal los espigones han encontrado defensores que los prescriben como solución a cualquier problema, como si la dinámica litoral no fuera variada y diversa; y también encarnizados detractores, que los señalan como el origen de todos los males.

Como suele ocurrir con frecuencia en nuestro país, el debate parece no admitir término medio y cada vez más gente se ve en la necesidad de tomar partido, como en los tiempos de Joselito y Belmonte y ya nos vemos venir una opción progre y otra conservadora.

El oleaje, al romper contra la costa genera corrientes que son las causantes del desplazamiento de las arenas. Estas corrientes pueden ser de dos tipos, paralelas a la costa y transversales a ella. Las corrientes transversales siempre mueven los áridos alejándolos de la costa y son las responsables de que las arenas se pierdan mar adentro. Las longitudinales mueven los sedimentos a lo largo de la orilla en la dirección que marca la oblicuidad con la que el oleaje rompe contra la costa.

Cada tramo del litoral tiene un patrón circulatorio propio que viene determinado por su morfología y por la orientación de los oleajes que con más frecuencia inciden sobre él. Frente a la costa de Bellreguard, la corriente de sedimentos es de norte a sur y algunos estudios la han estimado en 20.000m3 de arenas al año. Que todos los años salgan de Bellreguard 20.000m3 de arena hacia el vecino Miramar, en el sur, no sería problema si desde Gandía llegaran 20.000. Diríamos entonces que la playa de Bellreguard está en equilibrio dinámico y nadie se percataría del trasiego.

Las playas dominadas por el transporte longitudinal precisan alimentar esa corriente con un volumen de sedimentos equiparable al movilizado y que esa corriente no se vea interrumpida por barreras tales como los puertos porque en caso contrario, el balance entre la arena que llega y la que se va es deficitario y la playa entra en regresión.

Al norte de Bellreguard hay dos importantes fuentes de sedimentos que históricamente han aportado arenas a la corriente litoral: la desembocadura del río Serpis en Gandía, y la del Júcar en Cullera. Las arenas que llegan por los ríos proceden, fundamentalmente, de la erosión del territorio que es transportada por las aguas de escorrentía. Para que esa erosión se produzca, se deben dar ciertas condiciones. La deforestación ayuda mucho pero venimos luchando contra ella desde hace décadas. El abancalamiento de los terrenos en tramos altos y medios de las cuencas permite el aprovechamiento agrícola de los terrenos de secano pero reduce la velocidad del agua de escorrentía y disminuye la erosión.

Los sedimentos removidos llegarán al mar a través de los cauces de los ríos a no ser que se encuentren en su recorrido con un azud que los atrape. Otros reposarán para siempre en el fondo de un embalse. Algunos, cada vez menos, llegarán al mar y se incorporarán a una deficitaria corriente litoral. Las pocas arenas que puedan bajar por el Júcar a Cullera no llegan a Bellreguard porque el puerto de Gandía intercepta la corriente litoral.

La mayoría de los problemas de regresión que sufre la costa valenciana, con un patrón de corrientes similar al de Bellreguard, tienen su origen en un balance sedimentario negativo.

El proceso urbanizador ha destruido formaciones costeras de gran valor. Los cordones dunares, además, son una protección frente a los temporales. Recuperar esas formaciones costeras es una deuda pendiente con nuestro patrimonio natural y sin duda mejorará la protección de las costas. Hay que felicitar al alcalde de Bellreguard por su disposición a entrar en un debate que puede ser impopular, por su ejemplo de respeto a los sistemas naturales y su deseo de recuperar para su municipio un espacio excepcional perdido.

Un cordón dunar ayudará a proteger la costa de Bellreguard frente a los temporales cada vez más virulentos pero no será estable si no guarda una adecuada distancia al mar y se enclava en una playa en equilibrio sedimentario. Hay que aceptar que será necesario intervenir en el litoral con obras de ingeniería costera, aportando arenas que equilibren el déficit sedimentario acumulado durante décadas; apoyando, cuando corresponda, esos aportes con espigones y realizando un correcto mantenimiento de los arenales mediante la recirculación periódica del sedimento aguas arriba de la corriente litoral.

Y si no, los vecinos de Bellreguard tendrán que pedirle a su alcalde que, además de demoler el paseo marítimo, desmantele el puerto de Gandía, vuele la presa del embalse de Beniarrés, en el rio Serpis, y en el Júcar derribe el azud de la Marquesa, el de Fortaleny, el de Riola, el de Antella y hasta la presa de Tous, elimine los bancales de las cuencas del Júcar y del Serpis y, ya puestos, las deforeste.