Hace unos días escuché la discusión de unos jóvenes a cuenta del pasado San Valentín. Hablaban de lo artificial de este tipo de celebraciones, de la mercantilización de la sociedad y de los intentos por fomentar el consumo tirando de carga emocional.

En psicología evolutiva existen teorías sobre los periodos que atraviesa nuestro pensamiento conforme maduramos y cómo influye ese devenir en nuestra conducta. Uno de esos periodos habría que bautizarlo como el de la "relatividad objetiva madura". Etapa que nos permite, por ejemplo, asistir a tanatorios y que el momento de dar el pésame deje de producirnos la ansiedad de años atrás. Vendría a coincidir este periodo con el peinado de canas.

Hablamos de esa fase en la que el cuerpo ha dejado de estar en plenitud de facultades, pero en cambio la experiencia acumulada nos da sabiduría suficiente para relativizar y dar la importancia que merece cada suceso. Una actitud que no significa pasividad o dejadez. Es ese momento de la existencia en el que uno se toma de otra forma el Día de los enamorados o el Día del padre, de la misma forma que acepta las donaciones de empresarios a hospitales públicos o la existencia de becas privadas, sin que ello suponga una agresión a los valores o las creencias de uno.

Acaba de celebrarse el Día del padre y a pesar de los malos tiempos actuales y del cierre obligado de comercios, la publicidad diseñada para la celebración ha ocupado las fachadas comerciales aunque obviamente sin capacidad ya para incitar a comprar ese perfume, ese detalle... Hasta los juegos de azar invitaban a probar fortuna en nombre del padre.

Hoy, como no podía ser de otra forma la atención de todos está centrada en la salud, pero para algunos queda un pequeño hueco en nuestra mente para rememorar por unos instantes aquellas manos fuertes y sin arrugas que nos aupaban en la niñez, la sonrisa complaciente de quien observaba nuestras primeras salidas y, después, el rostro ya cubierto de surcos que reflejaba satisfacción y orgullo al observarnos ya adultos. Recuerdos que cobran mayor intensidad ahora, aunque sea como consecuencia de una celebración impulsada por un comercio cerrado.

Tras el Día del padre, en breve sí las circunstancias actuales lo permiten, nos encontraremos ante la celebración del Día de la madre y volverán las campañas publicitarias y el debate en torno a la artificialidad de crear fechas en el calendario para homenajear a aquellos a quienes tanto les debemos.