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A vuelapluma

Alfons Garcia

En esta guerra

Dicen que esta es la guerra de nuestra generación. Una guerra de estos tiempos, sin enemigo a la vista. Como este mundo de los datos que vuelan en fibras hipersofisticadas. No hay ejército delante, sino un virus microscópico. Un agente invisible que temenos que nos salte al pisar la calle, que tememos que nos traiga sin aviso aquel con el que nos tropezamos en la acera o incluso en casa. En el tiempo de las startups, las incubadoras de inteligencia artificial y los networkings, toda esa industria de lo que no se ve, de esa misma naturaleza es el mal que nos acecha. La gran guerra del siglo XXI, la primera al menos, es una batalla invisible, de personas buenas y desarmadas provistas de mascarilla y bata como escudo que ayudan a otras a intentar vencer a algo que no saben cómo ha penetrado en sus cuerpos.

Lo paradójico es que el mal invisible no tendrá las mismas consecuencias en la industria virtual que en la de siempre. La industria que se puede llevar a casa en un ordenador portátil puede continuar, en cierta manera, no tan vigorosa, porque el mundo exterior se ha detenido, pero puede seguir produciendo. La industria del siglo XX, la automovilística, la mecánica, la química, no se la puede llevar uno a casa. Si se detiene, baja la persiana. La producción pasa de 100 a cero en un segundo. Se acabó. Despido temporal, de momento, y a esperar por dónde viene el futuro.

La paradoja es que de esta guerra invisible saldrá un mundo más gaseoso todavía. Entre el sector primario y el terciario (avanzado, dicen) quedará cada vez menos: un barranco en crecimiento entre lo que consumimos para mantenernos vivos (con más o menos refinamiento culinario), obtenido cada vez más de países más lejanos y pobres (cuestión de precios), y un sector económico hiperdigitalizado.

En esta guerra donde no hay retaguardia ni vida alegre ajena a las bombas, surgen formas espontáneas de solidaridad, como en todas. En esta guerra que se libra en los hospitales, la ciencia viene demostrando que no tiene respuestas para todo, ni mucho menos una única. En esta guerra extraña no mueren los jóvenes, como era lo normal en el pasado, sino sobre todo los mayores, que son el excedente demográfico en este momento, pero esa es otra historia. En esta guerra sin frentes ni trincheras, la muerte no sabe de clases ni razas, a diferencia de otras recientes. En esta guerra, como en todas, la gestión de la muerte se convierte en un elemento esencial.

En esta guerra de calles desiertas, nos empezamos a habituar a ver llegar cada tarde el camión de Cruz Roja con víveres para los pobres de siempre. En esta guerra donde el único comercio que funciona es el virtual y el de artículos de primera necesidad, los billetes y la moneda empiezan a pasar a la historia. En esta guerra, la que se resiente, como en todas, es la información, constreñida a los canales oficiales. En esta guerra, como en todas, solo se habla de la guerra.

No sé si esto será una guerra, invisible y sin declaración formal, pero los efectos se parecen mucho.

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