Ya nada va a ser igual. Vamos a cambiar las formas de relacionarnos, de trabajar, de aprender y vamos a poner en valor por fin más la investigación, que tan denostada está en este país. Nos hemos dado cuenta de que somos frágiles, tremendamente vulnerables y fáciles de doblegar.

Nunca antes había sido tan necesario el paseo diario, el café con un compañero, la conversación con un vecino, el trayecto al trabajo, nuestro quehacer diario, la rutina...Las nuevas tecnologías son nuestras aliadas en nuestra nueva vida que encaramos con incertidumbre y desasosiego.

Nos ha pillado con relativa sorpresa y a traición, tan callando, como los versos de Jorge Manrique, en un momento en el que todos estábamos dispuestos a explotar la parte del ser humano que ahora nos parece hasta frívola, la hedonista, mientras asistimos con incredulidad a las víctimas que nos llegan desde el vecino país, Italia, que miramos de reojo.

Lo cotidiano se convertirá más tarde que pronto en celebración para este confinamiento que ha reforzado nuestro sentido de familia y de comunidad. En la vida, a veces se pierde y a veces se aprende. Aún estamos a tiempo de no perder la batalla contra este virus, si mostramos el necesario comportamiento cívico que nos demandan las autoridades sanitarias y el Gobierno español. Lo que sí es seguro es que de esto hemos aprendido y mucho.