Desde hace años uso mascarilla con filtros para moverme por la ciudad. En bici o en mi pequeño vehículo eléctrico, sin filtros, ni habitáculo "aislado", los gases de los tubos de escape me invaden, resecan mi garganta y saturan mi olfato. Nadie en su sano juicio respiraría todos los días el aire de nuestras ciudades y en cambio, cada día nuestros pulmones aspiran miles de partículas contaminantes que nos pasan factura.

Hoy evitamos respirar las partículas de saliva, tos, etc de otras personas. Partículas con tamaño mayor de 5 micras (tamaño menor sería "transmisión general aérea"), que podrían contagiarnos, y debemos evitarlo, pero cada día, desde hace décadas, respiramos partículas en suspensión de similares tamaños (entre 2,5 y 10 micras - PM10) e inferiores (PM 2,5) provenientes en gran parte de la contaminación del aire por la quema de combustibles fósiles, para movernos, producir energía o productos y/o calentarnos, muy por encima de lo que resulta saludable. A la contaminación atmosférica la ciencia la responsabiliza de varios tipos de enfermedades muy conocidas (de molestias respiratorias a asma, epoc, problemas cardiovasculares, diferentes cánceres, problemas neurológicos como ictus, deterioros cognitivos,etc) pero también de causar 20 veces más víctimas que los accidentes de carretera (España 2016: 34.300 muertes prematuras por C.Atmosférica frente a 1.810 por tráfico) ¿había usted leído sobre la primera cifra?

De repente un virus altera nuestros ritmos y nos hace parar. Primeros días de ésta parada obligada. Domingo. Mis desplazamientos preparando el teletrabajo, me sorprenden: el aire se percibe diferente. Lunes, último día en visitar fugazmente la oficina, la ciudad olía literalmente "a primavera". Donde trabajo huele a azahar a ráfagas y en el camino, he percibido el suave aroma de los cercis y de alguna glicina. Ir en bici ayuda, pero lejos de repasar el ajuste de mi mascarilla anti contaminación, cada cinco minutos, los trayectos casa-trabajo fueron extrañamente deliciosos. Aroma a primavera incipiente frente a un silencio urbano inquietante.

El aire de las ciudades ha eliminado su carga contaminante por debajo de los límites marcados por la OMS, luego de repente, ¡se puede respirar! por fin. sin embargo ésta alegría tiene trampa. Ahora que podemos respirar, no podemos salir.

Vuelvo a casa y nos encerramos. ¿Qué quiere usted para cuando podamos volver a salir?