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La ventana

En ruta hacia el interior

Cojo el coche para ir a recoger los periódicos al quiosco, a la tienda a por el otro pan, café, leche y acelgas y a por la dosis de atortasvatina a la farmacia. El centro de salud queda atrás, a la derecha, tras haber anulado por teléfono la cita para sacarme sangre y así dejarle un hueco a alguien con mayor urgencia. Avanzo con el latigazo de David Trueba, grabado en el disco duro: «Los españoles, que salen emocionados a aplaudir, quizá deben aprender que a sanitarios y educadores hay que defenderlos cuando no parecen imprescindibles, aquello de lo que los profesionales pretendían advertirnos en los años de bonanza». Con que no se nos olvide otra vez...

Dejo el plástico en el contenedor frente a M. & F., a los que llevo dentro después de compartir el Hallelujah entonado por los tejanos de música a capela, Pentatonic, en tecnología 8D, que me pasó G. y que a los entrañables R.B. y L. P. les pareció sublime. Este es el antivirus que nos mantiene en forma frente al invierno acaecido a última hora y que, con mala uva, ha infectado la primavera humana. Sí, porque las moreras que me reciben al aparcar se muestran, en cambio, asombradas de cómo estamos dejándolas respirar y, tanto a ella como a sus congéneres, se les ve dispuestos a aplazar sus explosiones para celebrar juntos que hemos aprendido la lección. Bueno, el amplio temario que nos ha caído en las manos, tampoco vamos a engañarnos.

Emprendo el regreso. Nada, han sido veinte minutos de avenida y manta. ¡Y pensar que los fitipaldis y los atascos me habían retirado prácticamente del invento! ¡Qué sensación! Los partidarios de la ciencia ficción se sentirán en su salsa. Nunca he sido aficionado y, después de esto, no creo que me enganche. Los pocos terrícolas con los que tropiezo al volante guardan las normas al milímetro. A 40, pues a 40, fíjense. Más que sentir que la llevamos pegada al cogote es una vigilancia que hemos hecho propia. Diviso al fondo la casa, ese mundo completo en el que expandirse a fondo entre cuatro paredes. Nunca pensé que la amortizaríamos hasta este extremo.

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