Estos días de confinamiento los balcones, ventanas, galerías se han convertido en un magnífico altavoz y canal de comunicación. A los aplausos y caceroladas, hay que sumar la música. Por las redes sociales circulan cada día los videos de improvisados músicos que desde la terraza de su casa ponen unas secuencias musicales con su clarinete o trompeta a las largas jornadas. Hay que notar que la oferta callejera tiene sus limitaciones por lo que toca a la selección musical. Igual la oferta va por barrios. Pienso ahora en los vecinos de El Cabanyal uniendo sus voces por las ventanas cantando aquello de «Hi ha en el Cabanyal una casa que fa cantonet...» De momento en mi «circunscripción» el hit-parade está compuesto por alguna canción de Nino Bravo, aquí la cosa varía entre Un beso y una flor y Libre, el Himno a la alegría de Miguel Ríos, La Manta al coll y el Paquito Chocolatero.

Resulta curiosa la trayectoria de este pasodoble festero compuesto por Gustavo Pascual Falcó en plena guerra civil en honor a su cuñado, si no me equivoco, de profesión comerciante de chocolates. Durante muchas décadas la composición quedó circunscrita a las comarcas centrales del País Valenciano y no sería hasta finales de los años setenta, cuando gracias a alguna banda de música, quiero recordar a la de L'Olleria que actuó en uno de aquellos Marxadors libertarios que se instalaron en el Teatre del Micalet, el tema comenzó a popularizarse. Todavía recuerdo toda una comitiva acompañando a la banda de música de L'Ollería de madrugada por las calles de València mientras sonaba el pasodoble Paquito Chocolatero.

Después la composición ha hecho su camino de éxito, sus múltiples versiones, convertida en un tema imprescindible cuando se trata de cualquier acto festivo. En estas frustradas fallas sin duda habría vuelto a sonar como tema obligado por las bandas de música que inundan la ciudad. Ese «vent de poble» que titulaba el periodista y amigo Miquel Alberola en un artículo de la revista El Temps. Afortunadamente, la música, las canciones, son un poco prêt-a-porter, que nos las cortamos a medida y según las necesidades, y Paquito El Chocolatero estos días también está presente, como refuerzo anímico-musical en estas jornadas de reclusión obligatoria.

Hoy desde uno de los balcones de mi calle, despues de los aplausos, he escuchado la canción The Sound of silence de Simon and Garfunkel. Me ha pillado por sorpresa. He querido averiguar desde donde salía la canción para agradecerle la elección. No era la versión original. Despues de más de cincuenta años de su publicación, The Sound of silence volvía a escucharse como si sus autores la hubieran escrito para acompañarnos en estas horas de silencio. Cuando solo se escuchan los maravillosos sonidos del silencio.