En un tiempo en que los países integrantes de la Unión, están atacados por el miedo y la incertidumbre, fruto de la expansión de una pandemia de alcance mundial, ?ntre los ciudadanos de la República del Norte de Macedonia se disparó la euforia y la alegría debido a dos acontecimientos relevantes: el pasado 27 de marzo, el pequeño país balcánico, pasa a ser miembro de la alianza de la OTAN y apenas tres días antes recibe una decisión positiva para comenzar las negociaciones (de ingreso en la Unión) con la UE .

Evidentemente, estamos frente al resultado de un trabajo previo en el que se han adoptado decisiones difíciles como cambiar su nombre constitucional y resolver disputas de larga duración con sus vecinos. Pero, sobre todo, se trata de un reconocimiento de perseverancia, un ejemplo de que los 15 años desde el estado de candidato, hasta el permiso para iniciar negociaciones de adhesión con la UE no fueron en vano.

Paradójicamente, este impulso hacia la unidad, se produce en el mismo momento en que algunos de los países integrantes de la UE se sienten solos y abandonados en la lucha contra un virus incontrolado, en ese preciso instante, Macedonia se siente muy segura en los brazos de su nuevo amigo - la OTAN y, sin temor a contagiarse, aprieta la mano extendida de la UE.

Como en cada relación de larga duración, ambas partes participan dando y recibiendo. Además de la participación del ejército macedonio en misiones de la alianza, Macedonia ya está aplicando "herramientas" del Sistema de Comando de Incidentes de Nueva Generación (NICS) de la OTAN, para combatir la pandemia, proporcionar información y asesoramiento oportunos.

Mientras a los ciudadanos europeos, además de los problemas de seguridad y salud, les preocupan mucho las consecuencias económicas, los macedonios confían en que el futuro del país está absolutamente asegurado, su viaje hacia Europa supone un impulso democrático, y una esperanza de prosperidad económica fruto del crecimiento del empleo y de las inversiones.

Pero, como casi siempre que se adoptan decisiones trascendentes, también hay críticos que recuerdan violaciones de varias disposiciones del derecho internacional, el derecho a la libre determinación, concesiones humillantes y demandas sin precedentes. Y tal vez tengan razón, pero es obvio que las reglas internas del "club" en el que se busca la membresía son primordiales. La entrada es difícil pero los beneficios son mutuos e innegables. También es indiscutible que Quod-19 es un desafío que, como verifica la vitalidad del cuerpo humano, la resistencia y capacidad de los pulmones, también verifica la vitalidad de los "clubes" y la resistencia y capacidad de sus valores fundadores, como la solidaridad, la unidad y la interconexión de los estados.

En todo caso, no cabe la menor duda que estamos frente a un acontecimiento en el que se aproximan las esperanzas de un país pequeño que ha tenido un trayecto como independiente reciente, con los logros alcanzados por una gran alianza de países fuertes unidos que han sido capaces de adoptar decisiones de amplio calado internacional, poniendo en común aspectos tan relevantes como la unidad de la moneda o la política internacional, y que ahora está sometida a un momento de crisis por la percepción de una Europa a dos velocidades con evidentes fisuras entre los países ricos y pobres. Ahora, más que nunca, es necesario la revisión de los patrones fundacionales de la Unión, basados en la solidaridad y la cohesión territorial.

Podemos concluir que los acontecimientos, han venido a situar un momento histórico, en un momento difícil que complica las alegrías y las celebraciones, y dibuja un curioso panorama de esperanza hacia el futuro. O de ilusión en tiempos revueltos. La conclusión, tanto a la membresía como al virus, es el lema de indivisibilidad de la OTAN "todos para uno y uno para todos".