Tras más de dos semanas de confinamiento estoy cansada de invisibilizar a nuestros pequeños, a quienes debo mi profesión y afecto. Pasan los días, se suman firmas, peticiones y artículos de expertos, y pocas cosas cambian.

Intentando practicar la empatía me pongo en el lugar de mi hijo e intento pensar qué supone esta situación para él y lo que obtengo me resulta terrible. Tiene 19 meses y lleva encerrado desde dos días antes de declararse el estado de alarma, porque personalmente decidí colaborar con frenar la curva de contagios. De su entorno han desaparecido personas fundamentales, muestras de cariño, sonrisas..., los cientos de abrazos y besos de sus abuelas, las canciones de sus tíos, los juegos de sus abuelos. Ha desaparecido su rutina de paseos, de luz, de respirar, de jugar al aire libre. Ha desaparecido la posibilidad de interrelacionarse con otros seres vivos, niños, adultos, animales... Además, en nuestro caso, como en muchos otros, se suma el efecto de una madre que tiene que trabajar más por el beneficio de todos. Por otra parte, es cierto que han aparecido nuevos juguetes y lugares como "el parque del balcón", que sin duda no son capaces de reemplazar ni por un segundo a la situación anterior.

Pero ¿cuánto tiempo va a mantenerse todo esto? Si hablamos de tres meses como por ejemplo en China, para un niño de 19 meses supone un 20% de su vida. Me resulta duro y preocupante. ¿Tendrá algún tipo de secuelas físicas o psicológicas? ¿Alguien se ha planteado la repercusión de todo esto en nuestros pequeños? Nadie me puede contestar con seguridad porque esta situación es novedosa para todos.

En nuestro caso particular hemos visto un retroceso en el comportamiento, y hemos vuelto a las noches fatales con despertares frecuentes como cuando tenía seis meses. Preguntando a otros padres, tanto amigos como pacientes, y también compañeros de profesión, me han contado otros cambios preocupantes como la pérdida de control de esfínteres, alteraciones en la alimentación por exceso o defecto, cambios en la conducta, pesadillas o terrores nocturnos.

En mi cabeza resuenan a diario las palabras que entre sonrisas utilizo para despedir a mis pacientes siguiendo las recomendaciones del Ministerio de Sanidad: "Y recuerda, para estar sano debes hacer como mínimo una hora de actividad física al día". ¿Dónde queda ahora todo esto?, y lo que es peor, ¿alguien pensó en la salud de los niños durante la redacción del Real Decreto? No lo creo, prueba de ello es que tres días después de la declaración del estado de alarma se tuvo que modificar el Real Decreto para tener en cuenta a los niños con alteraciones conductuales.

Deseo sumar esta reflexión a todas las anteriores y espero que como en nuestros países vecinos se permita salir a los niños periodos breves de tiempo, con seguridad y respeto a las recomendaciones sanitarias. Entiendo que nuestros gobernantes y legisladores estén aterrados por el efecto del virus, pero espero sumen a sus temores la preocupación por los niños a los que muchos debemos nuestra alegría y motivación, y todos, nuestro futuro.