El mundo se está enfrentando a una crisis global, la mayor de nuestra generación, y las decisiones que se adopten tanto por personas como por gobiernos van a condicionar nuestro futuro. ¿Cual será el futuro tras el día D+1? La crisis del Coronavirus ha tenido, está teniendo, un impacto económico importante. Ahí están las previsiones de organismos como la O.C.D.E, sobre el resultado en el P.I.B. mundial. El teletrabajo se está imponiendo en estos días. Pocas dudas caben sobre la importancia que adquirirá cara al futuro. Después de esta crisis. Esta forma de trabajar, desde la casa de cada uno, tendrá una influencia decisiva sobre los hábitos familiares, educacionales y sociales.

Puede ser que después de cien años nos encontremos con una Gran Depresión como la de 1929 en los Estados Unidos. Con la repercusión que tuvo en el resto del mundo. ¿Puede ser ésta una recesión sostenida en el tiempo? ¿Se podría repetir una situación equivalente a la que sucedió entonces y pocos recuerdan?

También ahora los mercados bursátiles han tenido una fuerte caída en poco tiempo. Como ocurrió en 1929, que se plasmó en bajadas grandes en los índices americanos, Dow Jones y S&P que arrastró a todos los demás índices mundiales. Ante esta situación se han previsto posibles recuperaciones, con una evolución en V o en U. La mayoría de los analistas se inclina por una trayectoria en forma de L. Es probable una lenta recuperación en el largo plazo.

Me cuesta apostar por una u otra, si bien creo que hay circunstancias que nos llevarían a evitar la L, siempre y cuando las dos grandes potencias mundiales -EE.UU. Y China- dejen de lado su guerra comercial. Siempre que al «Dragón asiático» se le permita participar en las decisiones de los diferentes G-7 o G-20 que funcionan en el mundo. Queda claro que en 2020 no se dará un escenario con síntomas de firme recuperación. El impacto es fuerte, sin previsión posible de final en la depresión y la repercusión es de alcance mundial.

Para el jefe de macro economía de la firma TS Lombard, cuanto más continúen las reacciones de detención/inicio del virus, con aislamiento social y cierre de escuelas y lugares de ocio, más probable será la recuperación. En un esclarecedor artículo en el Financial Times, Yuval Noah Harari, escritor e historiador israelí nacido en 1976, autor de libros libros editados en más de 40 idiomas( Sapiens. Editorial Debate) plantea otras repercusiones de esta crisis global: el empoderamiento ciudadano y la vigilancia totalitaria que se moverá entre el aislacionismo nacionalista y la solidaridad global.

En la batalla contra el Covid-19 varios gobiernos han implementado nuevas herramientas de vigilancia al monitorizar de cerca los teléfonos inteligentes de los ciudadanos, usar cámaras de reconocimiento facial y obligar a verificar e informar sobre su temperatura corporal y condición médica. Por este procedimiento, que ya funcionaba en forma restringida, se permite identificar no sólo a portadores sospechosos del virus, sino también constatar con quién han mantenido relación. Este control, llevado a las últimas consecuencias, supondría un apabullante sistema de vigilancia de los poderes telemáticos. Que controlados desde los centros de poder, pueden predecir nuestros sentimientos, también manipularlos y llegar a comerciar con ellos.

Nos encontramos con el gran escritor y periodista británico Orwell, fallecido en el año 1950, que escribió su libro precursor con el título «1984» ( publicado en 1948). Previsión profética de una sociedad totalitarista situada supuestamente en un futuro cercano, que describe con las perspectivas del momento.

El segundo riesgo es la indecisión de los Estados miembros de la Unión Europea y su falta de reacción en tiempos de decadencia en las instituciones y en la cohesión comunitaria. Con el antecedente negativo del Brexit, esta perplejidad es buen ejemplo de falta de solidaridad global y aislamiento nacionalista. Las declaraciones del ministro de Finanzas de los Países Bajos, Wopke Hoekstra, personificaron la voz de aquellos países fuertes que se aprovecharon de la crisis de deuda de los periféricos. Entre ellos de España, que se vio obligada modificar la Constitución para calmar las amenazas de los Estados feroces del norte. La filípica lanzada por holandés, soportada por el silencio de las huestes germánicas de Angela Merkel, fue magistralmente contestada por el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, que calificó de repugnante la respuesta de los Países Bajos a la alarma sanitaria. No olvidemos que en España los primeros casos de Covid-19 se dieron en un alemán en La Gomera y un británico en Baleares.

No hay que dejar de lado que esa solidaridad enunciada debería extenderse a todo el mundo, con una África olvidada y una Latinoamérica inestable y convulsionada por la pobreza y por este tipo de populismos.

En nuestro panorama próximo tenemos el caso español, duramente criticado por The Guardian en los inicios de la crisis por la falta de previsión. Sin embargo el prestigioso rotativo británico reconoce el alto nivel del sistema de salud pública de España. No es ahora el momento adecuado, en plena crisis, para criticar las decisiones del joven gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez. Cuando pase el temporal habrá ocasión y tiempo para analizar la acción de gobierno ante el azote de la pandemia en territorio español. Sin duda se le someterá a un exhaustivo análisis por parte de la oposición, aunque serán los ciudadanos, constituidos en opinión pública, quienes harán su balance y dictarán el veredicto de la sociedad española. La manifestación femenina del 8 de marzo, el truncado inicio de las Fallas, el enfoque de Semana Santa o el multitudinario congreso de VOX fueron, quizás, un error. Ninguno de estos actos pudo superar, de hecho o en proyecto, los movimientos diarios de una gran metrópoli en interconexión con sus respectivas periferias. Es indiscutible que el sistema público ha sido el pilar sobre el que se ha desarrollado y sobre el que ha recaído toda la atención al Coronavirus. Por lo tanto será estéril de cara al futuro cuestionar el protagonismo que ejerce en el país.

¿Y en la Comunidad Valenciana? Bastante invisible e indeterminada como siempre. A rastras de la iniciativas tomadas en otros ámbitos. Con una Consellería de Economía que bien podría haber contactado, y desde un principio, con empresas preparadas y susceptibles de fabricar o conseguir elementos de prevención. Mientras tanto se hacen declaraciones, dando a entender que cuando finalice esta crisis, todos volveremos a la germanor, ocultando los problemas reales, políticos y económicos que han quedado al descubierto en España.