La última clase con mis alumnos fue sobre el origen de la filosofía. No es lo mismo que su comienzo histórico. Este último puede datarse, pero la fuente íntima de la que brota es el corazón humano, ante el asombro y la duda que nos infunde la realidad en que vivimos, y no solo en el sentido natural sino biográfico. Para Epicteto, se situaba en la experiencia profunda de la debilidad e impotencia humanas. Yo prefiero esta lectura por encima de los angelismos y falsas entelequias de que siempre se ha acusado a la Filosofía, y probablemente sean la razón, entre otras, de su confinamiento educativo perpetuo en los planes de estudio. Así se le hace más justicia. Reconozcamos su sitio ahora, que es urgente por el momento histórico.

Hace dos años se celebró en el foro de "Claustre Obert" ("La Nau") una mesa redonda bajo el marco "Filosofía y ciencia, una frontera irreal"; fue la realización de un empeño por difundir cómo ambos tipos de saber se coimplican radicalmente, sin límites. En nuestros días se hace patente de mil formas: tomamos conciencia de valores tan importantes como la solidaridad, la compasión o la indiferencia, nuestra responsabilidad ética ante el prójimo, del trasfondo antropológico que subyace a la toma de decisiones políticas porque la persona tiene un "valor" absoluto por su dignidad moral -y no "precio"-, debatimos fuertemente sobre el fundamento bioético en la toma de decisiones médicas o en el marco de la experimentación farmacológica y de mil maneras más que pasan desapercibidas€ La filosofía, es cierto, no se orienta a lograr el "dominio sobre la naturaleza" que realizan la ciencia y la tecnología como profetizó Bacon, pero sí orienta la reflexión y toma práctica de medidas en todo aquello que toca a la persona, incluyendo la ciencia política.

Muchas veces nos vemos asaeteados por preguntas del tipo ¿para qué sirve la filosofía? Es como dar por supuesto que lo único valioso ha de tener un sentido utilitario. Me gusta responder que sirve tan poco como las cosas más importantes en la vida, que son las más valiosas porque no son "útiles" pero nos hacen felices€ Yo no sé para qué me "sirve" el amor de mis seres queridos, para qué vivir, amar o disfrutar de la belleza. A lo mejor nuestro tiempo nos ha transformado en algún tipo de economistas inhumanos que sólo reconocen el dinero o el pragmatismo frío como valor. La filosofía, desde luego, reflexiona sobre lo "inútil".

La realidad "real", sin embargo, es que nos interpelan como agujas las llamadas preguntas últimas a las que estamos dando vueltas desde el principio de la humanidad: nuestra propia identidad, el origen de la realidad, el sentido de la vida, la muerte, la felicidad o el sufrimiento humano. Todos somos filósofos en este sentido. Decía Karl Jaspers que vivimos sumidos en un cierto tipo de "anestesia existencial", una rutina propia sólo de adultos -no de niños- que nos hace perder la capacidad del asombro y efectuar las preguntas más importantes. De este adormecimiento nos sacan violentamente las "situaciones límite" donde perdemos pie porque nos ponen en el quicio de nuestra existencia: son la experiencia de la muerte, la enfermedad o que no podemos dominar la historia€ Ante la vivencia radical de que somos simples mortales, y no dioses, levantamos la mirada por encima de nuestras costumbres y comodidades haciéndonos más lúcidos y humanos: filósofos. A vosotros, mis alumnos, no os quiero porque me "sirva". Me hace feliz. Quisiera que también lo fuérais. Abrid los ojos.