Hace una o dos semanas que Rosalinda Reyes P, una compañera venezolana residente aquí y fotógrafa, me invitó a participar en una iniciativa suya titulada "Desde mi ventana". Me propuso que le enviara alguna fotografía para publicarla en sus redes sociales. Así lo hice.

Mientras esta mañana escuchaba la radio ha sonado mi móvil advirtiéndome de la llegada de un mail. Era de la profesora de fotografía, Carmen, una persona que por lo poco que la conozco desprende humanidad a raudales. Nos ha dado como "deberes" la misma propuesta que mi compañera Rosalinda.

Siempre tengo mis cámaras listas para usar y antes de levantarme me he asomado un momento a mi ventana y he visto unos globos azules y un cartel en el balcón del edificio de enfrente. Inmediatamente he pensado que en cuanto definitivamente me levantara haría unas fotografías. Parecían interesantes. Pero al levantarme me he asomado y desde mi ventana he visto la calle vacía de gente y no he dudado en fotografiar la calle vacía. Fotografiando tiempos históricos que jamás imaginamos que nos tocaría vivir. Después ha pasado el chico que toma la lectura de los contadores de agua y no he dudado en fotografiarlo e inmediatamente ha pasado una vecina a la que conozco y que no sabría decir por qué la admiro. Antes de la cuarentena nos solíamos saludar por la calle y teníamos una breve conversación. Ni siquiera sé su nombre. Es una mujer de más de ochenta años que regresaba de la compra con su carrito de mimbre. Sí de mimbre. Venía de frente y llevaba una mascarilla blanca que cubría su rostro y no he dudado en fotografiarla. Es una mujer que a pesar de su edad goza de gran agilidad y se me escapaba del objetivo con lo que me he visto obligado a sacar medio cuerpo con la cámara fuera de la ventana y por la pantalla he visto que se detenía en la puerta de su casa y he comenzado a fotografiarla.

He realizado unas fotografías impresionantes logrando mostrar su cara cubierta con la mascarilla, su melena corta y blanca, mientras con unos guantes de plástico sacaba las llaves para abrir su puerta.

Después he dirigido mi mirada hacia la ventana festiva de mis vecinos. Mi agradable sorpresa ha sido cuando he leído lo que había escrito en el cartel pintado por unos niños. Me esperaba un "FELIZ CUMPLEAÑOS" o algo así. Pero no. Las palabras escritas en el cartel de los niños eran otras: "DOS DE ABRIL DÍA MUNDIAL DEL AUTISMO". Debajo del cartel unos globos azules a modo de sonrisa azul y unos banderines dibujados por los niños.

Mis vecinos y sus hijos viven en un edificio enfrente de mi casa. Jamás nos hemos saludado y no sé nada de ellos a excepción de que alguna vez les he visto paseando un carrito con dos niños que supongo que serán gemelos o mellizos. A este distanciamiento nos ha llevado la sociedad de la que venimos. Y esto es lo que me ha motivado a escribir este artículo. Y porque alguien que forma parte de mi vida y considero parte de mi familia: Francisco que junto a su mujer Vicki cuidan de su hijo llamado Miguel Ángel, al que escribí y dediqué un cuento infantil cuando nació con Trastorno del Espectro Autista. Poco más he podido hacer por ellos. Si este artículo sirve para algo, aquí está.

Pero continuando con el balcón de mis desconocidos vecinos, mi sorpresa ha sido mayúscula. Me ha emocionado enormemente y me ha hecho reflexionar sobre el confinamiento y el cuidado y cariño de los padres encerrados con sus hijos.

Al ver las fotografías en el ordenador he comprobado que los banderines estaban coloreados por los niños y tenían palabras escritas que no podía leer. Menos mal que había utilizado las dos cámaras y con la segunda sí que he podido leer y observar claramente los dibujos realizados por los niños.

Uno tenía dibujado un héroe niño con el texto "ESTIC SALVANT EL MON". Otro con dos héroes, un niño y una niña y el mundo entre ellos "DES DE CASA SALVEM EL MON". Varios banderines con un dibujo del coronavirus "QUEDAT A CASA" y así varios más.

Estos días estoy escuchando por la radio que hay personas que increpan a otras porque van por la calle. Desconociendo que están en la calle porque tienen el Trastorno del Espectro Autista. Se habla de brazaletes o lazos azules para distinguirlos pero creo que la policía está para realizar su labor y la está realizando. No somos quien para convertirnos en policías de nuestros vecinos. En todo caso estamos para ayudarnos y no para ponernos la zancadilla en estos tiempos difíciles para todos.

Yo, que soy homosexual y he sufrido la homofobia en mis propias carnes, no soy partidario de lazos ni distintivos porque por ahí se comenzó en otras épocas también de dificultad y no fue bien la cosa.

Me he vuelto intolerante y no quiero a mi lado a nadie que me discrimine por ser como soy ni que discrimine a otras personas por el color de su piel, su situación económica y en definitiva por ser distinto.

Sólo deseo que cuando termine esto seamos una sociedad emocionalmente más inteligente y que sigamos con la unión y la empatía que tuvimos al principio. O sea, que cuando definitivamente podamos salir, salgamos de casa más humanos.