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Guardería de cisnes

Un día más, un día menos. O eso dicen los que más saben de esto. Y ojalá sean pocos, muy pocos días más, porque esta última cuesta es demasiado pindia. Anoche Selva y Mikel durmieron bien, aunque les costó lo que nadie sabe cerrar los ojos. Después del movimiento mañanero y viendo que la lluvia daba una pequeña tregua decidimos sacarlos a la terraza abrigados hasta las orejas. Les vino bien recibir un poco de aire, dar unas vueltas brutas con la moto, tirar al alto los peluches y, en definitiva, desfogarse. A nosotros también nos beneficia: desde el patio podemos hablar con los vecinos que salen a la ventana, nos contamos cosas banales, pero, al menos, tenemos conversación. Ayer, por ejemplo, había 52 personas en el supermercado. Nos lo dijo el vecino del tercero. La del segundo, enfermera, apretó los dientes mientras tendía la ropa al dar los buenos días: "Por decir algo", musitó cansada.

El terraceo duró más o menos una hora. Hacía bastante frío. Además, el reloj indicaba la hora de empezar a teletrabajar y los primeros Whatsapp de la mañana lo recordaban. Selva no entiende que mamá trabaje desde casa: "Podemos jugar mientras tú estás con el ordenador a que eres una profe de animales en una guardería", me decía. Hice lo que puede, pero los cisnes de peluche quedaron sin atender. En un momento dado vino al rescate Vicen, que convenció a los peques para hacer una tarta de queso con la que triunfó siguiendo una receta online. Era su primera vez. Lo malo de esto es que el pastel hay que comerlo, ¡no vamos a dejar que se pierda! También hicieron fichas mientras Mikel buscaba la manera de liar alguna memorable en un abrir y cerrar de ojos, y lo logró: pintó el suelo del salón con una cera azul. Luego le tocó limpiarlo con una toallita.

La tarde empezó bien, mejor que otros días. Mikel durmió la siesta y eso ya es un éxito seguro. Selva entonces repitió esa frase que ya empieza a sonar como un rezo: "Quiero jugar con vosotros". Y jugamos. Hicimos un teatrillo con los muñecos, lo grabamos en vídeo y se lo mandamos a todos nuestros amigos y familiares por mensaje instantáneo. Luego tuvo clase de ballet. Y últimamente ya empieza a ser habitual que los padres tengamos que colaborar: ¡teníais que haber visto a Vicen haciendo la tercera posición?! Fue muy divertido, también para Selva.

La noche llegó rápido. Volvimos a la ventana. Ayer Selva tenía muy claro desde primera hora por quién iba a aplaudir, y eso gracias a una tarea que enviaron del colegio: por los niños autistas, otros valientes más en esta batalla.

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