Cuando ocurren hechos como la actual pandemia que le da una vuelta completa a nuestras vidas y que, a día de hoy, nos deja incapaces para reflexionar en mucho más allá de cómo acabar con ella y salvar la vida al máximo de gente posible, se me hace extraño pensar en el día de después y en el papel que el arte y la cultura pueden desempeñar en ese próximo futuro.

Sin embargo, la humanidad ha atravesado ya antes terribles pandemias (la última la del SIDA) y el arte ha sabido estar a la altura de las circunstancias ayudándonos a conocer los entresijos del (mejor y peor) comportamiento humano. Es cierto, el arte no curó el SIDA ni curará el Coronavirus, pero lxs mejores artistas posibilitarán que entendamos muchas de las cosas que hacemos y pensamos, crearán historias e imágenes que nos descubrirán relaciones, aspectos y entresijos de nuestras actitudes y pensamientos sin los cuales no seríamos capaces de entender.

Es verdad, ahora es hora de arrimar el hombro, es tiempo de ayudar, apoyar y sostener a lxs enfermxs y a aquellxs que nos cuidan para acabar con la maldita enfermedad. Pero también es verdad que todxs, enfermos y sanos, doctoras y tenderos, policías y personal de limpieza, necesitamos no sólo sobrevivir sino también ir un poco más allá, entender que este sufrimiento y este dolor pasarán, que la medicina y la ciencia acabarán con él, y que la vida es mucho más amplia y rica que estos terribles momentos de aciaga incertidumbre.

Es precisamente en esos tiempos tan oscuros, cuando la belleza y la riqueza del arte más nos pueden ayudar. La creación artística nos permite viajar, soñar y descubrir nuevos mundos sin necesidad de movernos de nuestro salón, es capaz de abrir nuestra mente y nuestros sentidos a experiencias visuales, auditivas y conceptuales que sin ella, posiblemente, jamás alcanzaríamos. Por ello, necesitamos el arte y a sus creadorxs para enriquecer nuestra cotidianeidad, comprender mejor las experiencias que tenemos y acercarnos a nuevas vivencias. El arte nos hace más abiertos, comprensivos y tolerantes. Sin él nuestra realidad sería mucho más pobre, gris y alienada. Esto es un lujo que no nos podemos permitir si deseamos no sólo sobrevivir sino vivir lo más plenamente posible.

Esta es una importante tarea que lxs artistas y los museos tienen encomendada. Una tarea que difícilmente podrán llevar a cabo si no tienen el apoyo y la confianza social, si no reciben los instrumentos necesarios para crear, desarrollar y difundir unas obras que puedan ser disfrutadas por el máximo de gente posible. La sociedad tiene que ser consciente de la importancia de invertir (dinero, tiempo y voluntad) en el disfrute artístico y cultural, una inversión a largo plazo que suele tener efectos inmediatos. Y no, no podemos dejarlo para «mañana»; al contrario, no hay que dejar de hacerlo. Ser más sensible, culto, tolerante, dispuesto a descubrir y a disfrutar no es algo que se pueda retrasar pues en ello va no sólo nuestro futuro sino también nuestro presente.

Es verdad que el mundo está constantemente cambiando y que crisis sanitarias como la que nos ocupa revolucionan más si cabe nuestra existencia. Por un lado, hemos sentido profundamente la fragilidad de nuestras vidas, de nuestros amores o relaciones, y la vulnerabilidad de muchas de nuestras ideas y pretensiones. La creación artística y la vida de los museos no pueden ser ajenas a estas mutaciones. A mi modo de ver, las artes plásticas deberían ser conscientes del entorno físico y psíquico del cual son producto, deberían ayudarnos a resituarnos personal y socialmente en estas nuevas coordenadas, plantear interrogantes y ofrecernos cuestionamientos que nos abran vías de entendimiento y comprensión de lo que está sucediendo.

Por otro lado, no deberíamos olvidar que desde hace mucho tiempo las personas no se veían confinadas durante semanas en sus casas ni que jamás nos habíamos visto tan dependientes de las redes sociales y los medios digitales, algo que - me temo- va a ir en aumento. Esto debe hacernos pensar en los modos y en las maneras de crear y mostrar el arte; ser capaces de reflexionar acerca de lo que ello significa, de qué modo afecta al papel de los museos, a su forma de concebirse y abrirse al público, a las relaciones de éste con las obras plásticas. Si el mundo se transforma a gran velocidad, si las relaciones humanas, laborales y culturales están adquiriendo facetas desconocidas, los museos, evidentemente, no pueden continuar como si nada pasase.

Ciertamente el arte importa; importa para hacernos conscientes del momento en el que vivimos, poderlo comprender y cuestionar. En este camino lxs artistas y los museos son herramientas imprescindibles que hay que apreciar y cuidar.