El otro día leí una entrevista a uno de nuestros más prestigiosos filósofos, Emilio Lledó. Me gustaría retomar sus últimas palabras sobre el estado de vigilancia en el que debemos permanecer en la situación de confinamiento frente al coronavirus, ya que pueden ser aprovechados por oportunistas para "seguir manteniéndonos en la oscuridad y extender más la indecencia". El poder que tienen estas personas a las que califica de "disparatadas" es sobrecogedor; añadía en la entrevista este filósofo que "los imbéciles con poder es algo terrible".

La actual situación de alarma sanitaria nos está mostrando la talla de algunos de nuestros políticos y de qué materia están confeccionados, por dentro y por fuera. Estar en la oposición es sinónimo de comodidad para quienes se toman dicha tarea de forma baladí. En una situación de desconcierto total, única y que se expande por minutos, obvio es que los errores estén a flor de piel. Pero fijarse solo en los errores y no en el esfuerzo que todos y todas están haciendo, me parece ruin.

Esta situación de recogimiento, quasi monacal, ha de servirnos, siguiendo a nuestro ilustre filósofo, para encontrarnos "con los otros en la polis, en la vida en común". Además, todos los esfuerzos que se están haciendo desde el personal de Sanidad deben servir de una vez por todas para declarar que la salud pública, la atención sanitaria pública debe ser una cuestión prioritaria del Estado porque es para todos los ciudadanos. Todas las personas tienen derecho a una sanidad pública de calidad, independientemente de su situación económica. La privatización de la salud ha resultado desastrosa para toda la ciudadanía, excepto para esas empresas. ¿Es esto aceptable desde un punto de vista ético?

Comparto el pensamiento de Lledó, cuando recoge una cita de la Política de Aristóteles: "la ciudad ha de tener un solo fin: el bien común".

A pesar de esta cruel enfermedad, el confinamiento, con el consiguiente paro de contaminación, nos brinda una ciudad con un ambiente más limpio, en la que oímos pájaros trinar. Pero, también nos hemos dado cuenta de que tenemos vecinos en nuestra finca, en nuestras calles, porque los vemos todos los días a las ocho de la tarde asomados a sus ventanas y balcones.

Aunque el confinamiento sea duro en ocasiones, no debemos estar prisioneros de la oscuridad y las sombras de las que hablaba Platón en La Caverna; sino aprovechar estos momentos de recogimiento para pensar en las personas y en las cosas que nos rodean; y para disfrutar con ellos/as; y dejar atrás la vida acelerada llena de cortoplacismo.

Tiempo habrá para la crítica, por favor, cuando salgamos del túnel vírico en el que nos encontramos. Lo prioritario ahora es fortalecer el sistema sanitario público para todos y todas. Tiempo habrá para debatir otros temas como la brecha digital que existe en España; la España vaciada, en el campo y en la ciudad; el grave problema de los alquileres, de las hipotecas, de los despidos, de la investigación, etc. Cuando salgamos de esta pesadilla, la brecha digital será también social. Debemos estar preparados para solucionar estos problemas entre todos y todas.

En la actual situación de alarma sanitaria, cuando personajes ruines se aprovechan de estas circunstancias adversas para sacar pecho y desacreditar al adversario, en lugar de contribuir al esfuerzo común para vencer esta crisis; me viene a la memoria un comentario de Baltasar Gracián (S. XVII) que define claramente su actitud: "desafortunada eminencia la que se emplea en la ruindad. Es una ciencia sin seso, una doble locura".