Qué tal? ¿Todo bien?» Me cruzo con un vecino en la calle. Nos preguntamos por nuestros respectivos estados de salud y emocionales guardando la distancia aconsejada en estos días de confinamiento. Esa misma distancia que mantenemos en las entradas a los supermercados y que ya se ha convertido en un hábito más a incluir en la agenda Covid 19. Vista, la cola, con una cierta panorámica, parecemos figurantes de alguna performance urbana. Hablo con la cajera del super -guardando la distancia- sobre cómo esta crisis sanitaria nos está cambiando la vida. En mi caso he hecho un curso acelerado de cómo abrir puertas, pulsar interruptores, apretar pulsadores y botones del ascensor con la ayuda de los codos como instrumento de primera necesidad. Nacen programas televisivos sobre la vida después del coronavirus. Todos se ponen de acuerdo que habrá un antes y después de la pandemia. Me acuerdo ahora del diseñador Paco Rabanne anunciando el retorno apocalíptico del astrónomo Nostradamus y sus llamativas profecías con la llegada del siglo XX. Igual solo se adelantó una década en sus predicciones el modisto que inventó la minifalda de acero inoxidable. El mundo de la moda, como otros sectores, se suma a las campañas de recaudación de fondos contra la pandemia. Las famosas colaboran poniendo en venta algunas prendas de sus armarios para coleccionistas y fans fetichistas. Las dietas de los políticos sirven de munición para encendidos presentadores y tertulianos. Hago una visita por la biblioteca de casa y rescato un libro con artículos del crítico y el que fuera director del IVAM J.F. Yvars. Disfruto con sus crónicas artísticas, amenas, cultas y reflexivas sobre pintores y movimientos artísticos. Podría ser un buen momento para ordenar la biblioteca, volver a reubicar, clasificar los libros por temáticas. O echarle un vistazo a esas cajas de cartón donde he ido amontando revistas, suplementos, recortes de diarios, un montón de documentos a la espera de su revisión. O echarle un vistazo a esa colección de la revista Fotogramas que compré un día en la Feria del Libro de Ocasión. Podría ser un buen momento, pero, mejor, lo dejo para otro día.

A parte de este curso acelerado de apertura de puertas con la ayuda de los codos, contemplo la gran oferta on-line que la crisis sanitaria y lo que te rondaré morena ha provocado. No sé si inscribirme en un curso de repostería selecta, de verduras en tempura o en uno de arte contemporáneo que me ofrece el IVAM. Me entretengo con una guía para parejas en confinamiento. Entre otras observaciones leo que disponer de más tiempo en casa puede favorecer la sexualidad de la pareja si se gestiona bien. Otros expertos sin embargo señalan que el deseo sexual en situaciones tan estresantes como una cuarentena no es el mejor activo a la hora de meterse en la cama. No sé si llamar a mi médica de cabecera para que me dé algunas orientaciones sobre el respecto. Haciendo un barrido por las diferentes cadenas caigo en la isla de Supervivientes. La verdad, con lo que está cayendo, resulta tragicómico o chocante ver a los participantes del reality televisivo como valerosos y heroicos supervivientes. Y en taparrabos.